RAMÓN COLOMER FERRI (1861-1925) Y CLARA VIDAL MOMPÓ (1864-1933) por Francisco Coloma Colomer y Mercedes Colomer Camilleri

 
RAMÓN COLOMER FERRI
(1861-1925)
Y
CLARA VIDAL MOMPÓ
(1864-1933)
 por
Francisco Coloma Colomer
y
Mercedes Colomer Camilleri
 



ANCESTROS COLOMER- FERRI
Los patriarcas Colomer y Ferri nacidos en Aielo más antiguos de que tenemos informes son: el matrimonio formado por Felipe Colomer Belda y Salvadora Calabuig Vidal (padres de José Colomer Calabuig) y el formado por Jacinto Ferri Aparici y Teresa Juan Garrigós (padres de Teresa Ferri Juan) que llegaron al mundo en los primeros años del siglo XIX.
Felipe Colomer Belda consta, en los archivos del año 1841, como propietario de una casa en la calle Sants de la Pedra, arriero de profesión.
De la unión con Salvadora nacieron, al menos, dos hijos varones:
Felipe Colomer Calabuig y José Colomer Calabuig (padre de Ramón Colomer Ferri), nacido el año 1839.

José Ramón Colomer Calabuig (1839-1903) y Teresa Ferri Juan (1836-1868).
Nuestro ancestro José Colomer Calabuig nació en Aielo. Fue bautizado con el nombre de José Ramón.
Apodado: El Abuelo Rull, debido al rizo de su cabello.
José Colomer Calabuig era arriero y agricultor como el resto de los antepasados aieloners.

                                                      José Ramón Colomer Calabuig (Abuelo Rull).
(1839-1903).
Padre de Ramón Colomer Ferri.
 
Teresa Ferri Juan, también oriunda de Aielo, nació el año 1836 (3 años mayor que José).

José conocía desde niño a la familia Ferri. Teresa era la mayor de los seis hijos de Jacinto Ferri Aparici y Teresa Juan Garrigós.
Jacinto Ferri era arriero, como el padre de José, y disponía de vivienda propia en la calle San Francisco, hoy calle Mayor (ver familia Ferri).
Tenía José 21 años y Teresa 24 cuando casaron en la iglesia de Aielo, el día 18 de febrero del año 1860.
José consta en los archivos como propietario de casa en la calle Sants de la Pedra nº 71.
Años más tarde, también casó su hermano Felipe Colomer Calabuig, con Daniela Ferri Juan, hermana de Teresa y once años menor que ésta.
José Colomer Calabuig y Teresa Ferri Juan tuvieron tres hijos: Ramón Colomer Ferri, Jacinto Colomer Ferri y Teresa Colomer Ferri.
Jacinto Colomer Ferri (hermano de Ramón).

No hubo tiempo para más ya que Teresa murió sólo ocho años después de su boda, el día 3 de enero de 1868, en la vivienda familiar.
Es posible que la causa de su temprana muerte se originase tras un aborto, pues el certificado de defunción habla de metrorragia como causa del deceso. Aún no había cumplido los 32 años.
Viudo a los 29 años y, con tres hijos, José no tardó en casarse de nuevo, aunque no sería ésta la última vez.
Desconocemos el nombre de su segunda esposa y no tuvo descendencia.
El tercer enlace con Mª Dolores Martí Sanz dio fruto en Miguel Blas Colomer Martí.
Migue Colomer Martí (1881-1973).
 Hijo de la tercera esposa de José Colomer Calabuig (María Dolores Martí Sanz).
 Hermanastro de Ramón Colomer Ferri.
Casó José por cuarta vez. Carmen Ramírez Vidal le dio otros cinco hijos: Alfredo, Felipe, Carmen, José Celestino y José Aniceto Colomer Ramírez.
José Celestino o José Aniceto Colomer Ramírez.
Hijo de la cuarta esposa de José Colomer Calabuig (Carmen Ramírez Vidal).
Hermanastro de Ramón Colomer Ferri.
Cuando murió José, dejó vástagos todavía muy pequeños por lo que, nuestro antepasado Ramón Colomer Ferri (el hijo mayor de éste, que ya vivía en Canals casado y con hijos), se encargó de la educación y manutención de todos sus hermanastros.
José Colomer Calabuig murió en Aielo, según certificado de defunción, de anemia el 17 de agosto de 1903, a los 64 años.

ANCESTROS VIDAL–MOMPÓ
Los patriarcas Vidal y Mompó, originarios de Aielo, más antiguos de que disponemos noticias son: el matrimonio formado por Bernardo Vidal y Antonia Ortiz (padres de Bernardo Vidal Ortiz) y el formado por Joaquín Mompó y Joaquina Benito (padres de Joaquina Mompó Benito). Todos nacidos en los primeros años del siglo XIX.

Bernardo Vidal Ortiz (1832-1890) (padre de Clara Vidal Mompó).
Nació en Aielo.
Arriero y agricultor.
Su mal genio fue proverbial, tanto en el pueblo como en los anales familiares.
Como describimos más adelante, a pesar de su excesiva cautela ante el temido cólera, murió de esta enfermedad cinco años después de la gran epidemia que afectó a Aielo el verano de 1885 (ver Inicios en Aielo).
De su matrimonio, con Joaquina Mompó Benito (nacida en 1835), también vecina del pueblo, tuvo cinco hijos:
Clara María Vidal Mompó (1864-1933) continuadora de la saga que estamos narrando.
Joaquina Vidal Mompó.
Amparo Vidal Mompó.
Teresa Vidal Mompó.
Bernardo Vidal Mompó, casó con la hermana de Ramón Colomer Ferri (Teresa Colomer Ferri) y con ellos emigró de Aielo en 1886 (ver El Traslado).

INICIOS EN AIELO.
Ramón Colomer Ferri nació el día 4 de enero del año 1861, en la casa familiar sita en el nº 43 de la calle Sants de la Pedra de Aielo de Malferit (Valencia).
Fue el hijo mayor de José Ramón Colomer Calabuig (Abuelo Rull) y bautizado también, con el nombre de José Ramón, el día 5 de enero del mismo año.
Aielo ofrecía desde antiguo una floreciente agricultura, principalmente de secano, aunque con suficiente red hídrica como para autoabastecerse con productos de huerta.
Ramón, desde muy joven se dedicó, como su padre y su abuelo, a la profesión de arriero, labor desempeñada por los varones que disponían de bestias de carga para poder trasladar los productos agrícolas.
No sabemos exactamente el nivel económico de la familia, aunque disponemos de un dato significativo y es que su abuelo, Felipe Colomer Belda, figura como propietario de una casa, en la calle Santos de la Piedra, ya en el año 1841 y sabemos también que la pareja residía en la calle Sants de la Pedra nº 57 cuando nació su primer hijo.
Está documentado (Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros de 1901) que, en el año 1872, José Colomer Calabuig (padre de Ramón) y su cuñado Jacinto Ferri Juan constituyeron una Sociedad Mercantil con el objeto de dedicarse al negocio de trigos (posteriormente comentamos ampliamente el desarrollo de esta sociedad). Ramón casó joven, en la iglesia de Aielo, el día 20 de noviembre del año 1883, siendo testigos: su tío Jacinto Ferri Juan (hermano pequeño de su madre Teresa y sólo 12 años mayor que él) y Vicente Belda Sacristán, también familiar. Tenía Ramón sólo 22 años, aunque suponía una edad más que razonable para formar familia en la segunda mitad del siglo XIX.
La afortunada novia se llamaba Clara Vidal Mompó (de 18 años, a nueve días de su 19 aniversario).
Clara nació el día 29 de noviembre del año 1864, en la calle Nueva nº 18 de Aielo y fue bautizada, como Clara María, en la iglesia del pueblo el mismo día de su nacimiento.
Clara era hija de Bernardo Vidal Ortiz y de Joaquina Mompó Benito, ambos originarios de Aielo.
Su padre, también arriero, parece que contaba con un patrimonio superior al de los Colomer, pues disponemos del documento que atestigua que Bernardo Vidal (padre de Bernardo Vidal Ortiz) era propietario, en 1841, de una casa en la calle de la Purísima y de una gran cantidad de tierras de cultivo.

Casa la Por.
Una de las fincas propiedad de los Vidal, en tiempos del matrimonio de Clara, estaba, y está, situada a 4 kilómetros del pueblo, en la carretera que une Aielo con Moixent.
Años después, a esta finca se le llamó popularmente “Casa la Por”.
Existen tres versiones que señalan el origen de este curioso nombre:
La primera versión, deriva del miedo que portaban tanto los familiares como los amigos y vecinos del pueblo, que allí se refugiaron huyendo, aterrados, de la epidemia de cólera desatada en el pueblo el año 1885. La finca poseía agua limpia procedente de dos pozos, así como una extensa huerta propia de gran calidad, con la que se pudo sostener a tal magnitud de individuos durante los meses aciagos.
La segunda versión, deriva, socarronamente, del pavor en el cuerpo que le entró al propio Bernardo Vidal Ortiz que, al comprobar que se iniciaba la epidemia y cercaban el pueblo para mantenerlo en cuarentena, huyó despavorido a refugiarse en su finca dejando en casa, cuentan los ancianos del pueblo, nada menos que a su mujer enferma.
La tercera versión, derivaría de la utilización de la casa como lazareto. Sabemos, desde antiguo, que en casos de epidemia se solían habilitar lugares, denominados lazaretos, donde poder reunir a todos los afectados y, de este modo, controlar mejor la enfermedad. Avalaría la versión de usar los corrales de la Casa la Por como lazareto, la existencia, hasta hace poco tiempo, de unos azulejos de San Cristóbal (abogado contra la peste y los males contagiosos) incrustados en su pared.
En tiempos del cólera, la finca se componía, además de los campos de cultivo, únicamente de un corral para ganado y de una pequeña edificación para vivienda de caseros y pastores. A partir de la epidemia, se construyó la magnífica casa de recreo que aún hoy se mantiene en uso.
Según el padrón de riqueza rústica de Aielo del año 1893, aparece Clara Vidal Mompó como propietaria de una casa de recreo y corral para encerrar ganado. Esto confirma que Clara ya había heredado de sus padres la Casa la Por en esta fecha, siete años después de asentarse en Canals.
Tras la muerte de Clara (1933), la Casa la Por fue heredada por sus hijos Colomer Vidal y, en 1944, la vendieron a Salvador Colomer Sanz de Aielo, hijo de Salvador Colomer Martínez y nieto de Pedro Colomer Belda, hermano éste del bisabuelo de los vendedores (Felipe Colomer Belda). La gestión de dicha venta la realizó Enrique Colomer Vidal que, por entonces, ejercía de registrador en Almansa. Los descendientes de Salvador son sus actuales propietarios ya que la finca aún sigue en pie. Sólo ha desaparecido la casa de los caseros (datos proporcionados por María Jesús Juan Colomer, nieta de Salvador Colomer Sanz).

 Casa la Por (1940)
Aspecto de la vivienda desde el corral; en esta época ya había desaparecdido la casa de los caseros.
(Aportación de Mª Jesús Juan Colomer).

 

El cólera en Aielo de Malferit (1885).
Los habitantes de Aielo tuvieron la desgracia de padecer, durante el año 1884, grandes tormentas seguidas de terribles inundaciones que asolaron el pueblo. Esto provocó la pérdida de la recolección agrícola y, consecuentemente, los puestos de trabajo, dejando en la miseria a muchas familias. Es posible que estas inundaciones, además de ahondar en la pobreza, caldo de cultivo idóneo para la propagación de enfermedades, produjeran serias averías en las conducciones hídricas, favoreciendo la contaminación del agua potable.
Con todo, y viendo cómo se diseminaba la epidemia por la provincia, se pusieron en marcha, a partir del mes de mayo, algunas medidas como la de aislar los barrios más pobres cerrando las calles con maderos.
El día 3 de julio se produjo la primera muerte.
A partir de ese momento, la Junta Municipal de Sanidad ordenó poner en cuarentena a las personas en que se detectara el más mínimo síntoma de la enfermedad.
Como sucedía en otras ciudades, ante cualquier signo de epidemia, los vecinos que disponían de alguna propiedad fuera del pueblo huían a refugiarse en ella. Esto es lo que pudo suceder con nuestro antepasado Bernardo Vidal Ortiz, que, como hemos comentado antes, según rumores, huyó a la Casa la Por dejando a su mujer enferma.
Los que se quedaban en casa tenían una norma muy curiosa de anunciar al médico de cuanto sucedía en su morada. Si se colocaba una silla en la calle, junto a la puerta, indicaba que existía un contagiado. Si la silla se colocaba boca abajo indicaba que en ella había un fallecido.
La verdad es que la calle más afectada de Aielo fue Sants de la Pedra, donde residían gran parte de nuestros familiares.
Uno de los que fallecieron en Aielo durante la epidemia del año 1885 fue Felipe Colomer Calabuig, hermano del padre de Ramón Colomer Ferri, dejando viuda a Daniela Ferri Juan, hermana de Teresa (madre de Ramón) y de Jacinto. Como veremos más adelante, de aquí salió el grupo que emigró un año después a Canals (ver El Traslado).
El cólera barrió el pueblo durante aquel verano de 1885 provocando 56 muertos (Basado en el estudio realizado por: ML. Sanz Mora y MJ. Juan Colomer, 2004).
Como sabemos por el estudio mencionado, hubo otro brote de cólera en el pueblo cinco años después del devastador de 1885. En esta ocasión, verano de 1890, los afectados y las muertes fueron inferiores, pero para Bernardo Vidal Ortiz fue el tiro de gracia ya que, a pesar de sus prevenciones, fue alcanzado por el mal y murió de cólera morbo el día 1 de agosto, a las dos de la tarde, en su casa sita en la calle Sants de la Pedra. Tenía 59 años y esta vez no logró huir.

Casa la Por.
(Aspecto actual).

PRIMEROS AÑOS DE MATRIMONIO EN AIELO.
Retomando los años de Clara Vidal Mompó en Aielo, no hay que olvidar que fue, ella misma, una más de las afectadas por el cólera.
Sólo llevaba 20 meses casada y, teniendo en cuenta que su primogénito Ramón Colomer Vidal había nacido el 13 de abril de 1885, se supone que enfermaría tres o cuatro meses después de su nacimiento.
Asociando el cólera en sí a la debilidad propia que conlleva el puerperio y la lactancia, aún más en un medio rural del siglo XIX, Clara decayó con rapidez y a los pocos días entró en coma.
Creyéndola muerta, se dispusieron a preparar el cadáver cuando, al aproximarse un familiar al cuerpo, percibió que éste emitía una ligera exhalación. Estupefacto ante aquel hecho, decidió aproximar una candela a sus fosas nasales; todos los presentes notaron que la llama oscilaba, indicando que Clara aún vivía.
Venció a la muerte, pero este hecho le marcó de por vida, pues desarrolló una acusada hipocondría que transmitió indirectamente a hijos y nietos. Una de sus obsesiones, que se ha ido difundiendo de generación en generación, ha sido el terror al resfriado común, adquirido ineludiblemente, según ella, al recibir aire fresco sobre el cuello descubierto o respirarlo por la boca en lugar de por la nariz.
Como es de rigor en este tipo de mujeres, quejumbrosas por su salud y que suelen trasmitir un halo de ser delicado entre sus familiares más directos, Clara sobrevivió 8 años a su marido.
Ramón Colomer Ferri y Clara Vidal Mompó vivieron sus primeros tres años casados aún en Aielo. Desconocemos si llegaron a residir en la casa familiar de los Vidal, de los Colomer o en una morada particular.
Clara Vidal Mompó tuvo 16 embarazos a lo largo de su vida, pero sólo 10 alcanzaron la edad adulta. De los 6 restantes, 5 fueron gestaciones a término, con muerte posparto y Teresita, que fue su penúltimo embarazo, murió a los 4 años de tifus (ver biografía de Teresa Colomer Vidal en blogcoloma).
En Aielo tuvieron sus primeros tres hijos (Ramón, Clara y Bernardo). Aunque, cuando se produjo el nacimiento del segundo (Clara, en 1889), ya residían tres años en Canals.
Como desde que nació el primogénito de la familia (Ramón Colomer Vidal, en abril del año 1885) pasaron justo cuatro años hasta el nacimiento del segundo, es de suponer que el matrimonio debió de tener, en este intervalo, alguno de los otros hijos mencionados, los cuales murieron recién nacidos.
Este pudo ser uno de los motivos de inquietud para Clara, junto con las lógicas limitaciones sufridas durante los inicios en Canals, que motivase el acudir a parir a Aielo, rodeada de familia y comodidades, en sus dos siguientes gestaciones.
Clara Colomer Vidal (la mayor de las hijas) nació el 6 de mayo de 1889 y Bernardo Colomer Vidal el mes junio de 1891; tres y cinco años después de instalarse la familia en Canals.

SOCIEDAD MERCANTIL COLOMER- FERRI.
Como ya comentamos anteriormente, con objeto de dedicarse al negocio del trigo, el año 1872 José Colomer Calabuig (padre de Ramón Colomer Ferri), contando 33 años, y su cuñado Jacinto Ferri Juan (hermano de su mujer), de 23 años, constituyeron una sociedad mercantil que se prolongó durante 38 años hasta su disolución en 1910 por los hijos de ambos: Ramón Colomer Ferri y Salvador Ferri Insa.
Jacinto Ferri Juan era el menor de los hermanos Ferri, pero el único varón, por lo que en una sociedad patriarcal como la europea del siglo XIX, el primer varón se convertía de inmediato en futuro pater familias y responsable del bienestar del resto.
Jacinto era 10 años menor que su cuñado José Colomer Calabuig y sólo 12 mayor que su sobrino Ramón Colomer Ferri. De hecho, fue con este último con el que emigró a Canals y elevó al máximo grado el desarrollo de su sociedad.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, se produjeron una serie de circunstancias que perjudicaron claramente el desarrollo industrial de Aielo predisponiendo a los jóvenes emprendedores del pueblo a emigrar a zonas más favorecidas.
El golpe de gracia fue causado cuando fracasó el proyecto de vía férrea, que iba a discurrir por Albaida y Ontinyent, así como el tramo de vía estrecha, que llegó a iniciarse, entre Villena y l’Alcúdia de Crespins. Sin el impulso que el ferrocarril produjo en el desarrollo industrial decimonónico, Aielo quedó aislado.
En cambio, en los pueblos de las zonas bajas, como Canals y l’Alcúdia de Crespins, se había construido una carretera entre 1857 y 1860 que las unía con Villena. Además, en 1880 se colocaron una serie de puentes en la misma que evitaban importantes torrenteras, facilitando la comunicación de la Vall d’Albaida con la Costera de Ranes.
También el tren llegó a la zona en 1857.
Si unimos todas estas ventajas a saber, ferrocarril, magnífica red viaria y abundancia de agua, de las que disponía ya la comarca baja, entendemos cómo Ramón y su familia recalaron en Canals el año 1886, sin olvidar el agravante añadido de haber sufrido la epidemia de cólera el año anterior.

EL TRASLADO.
Según parece, la sociedad Colomer-Ferri, desde Aielo, era cliente habitual del Molí Vell de Canals y cuando, definitivamente, se hicieron cargo del mismo, a partir del año 1886, sus responsables (Ramón y Jacinto) llevaron consigo a un maestro harinero apellidado Soler.
El grupo de emigrantes estaba formado por tres familias íntimamente emparentadas:
1ª.- Ramón Colomer Ferri (25 años) y su esposa Clara Vidal Mompó (22 años) con su hijo: Ramón Colomer Vidal (1 año).
2ª.- Jacinto Ferri Juan (37 años, hermano pequeño de la madre de Ramón), su esposa María Magdalena Insa, sus hijos: Purificación (13 años) y Jacinto Ferri Insa (4 años); Salvador, Teresa, Magdalena, Elvira, Amparo, Filiberta y María aún no habían nacido; y su hermana Daniela Ferri Juan (39 años, viuda, desde el año anterior, de Felipe Colomer Calabuig, muerto de cólera y tío de Ramón).
3ª.- Bernardo Vidal Mompó (hermano de Clara) y su esposa Teresa Colomer Ferri (hermana de Ramón y sobrina de Jacinto).
Las familias de Ramón y Jacinto se asentaron en el Molí Vell de Canals, y es su historia la que vamos a continuar narrando.
Bernardo Vidal Mompó se asentó definitivamente en l’Alcúdia de Crespins, estableciéndose en la casa nº 44 de la calle de la Cruz, donde consolidó, con el tiempo, un gran emporio de aceite, jabones y alcoholes.
Los nuevos inmigrantes aieloners, una vez establecidos en la zona, animaron y aconsejaron a otros familiares y amigos para que acudiesen a aquellas tierras tan prometedoras.

EL PRIMER MOLINO.

Aspecto actual del acceso a las dependencias del Molí Vell.

Como hemos comentado, el año 1886 arriban a Canals las familias de Ramón Colomer Ferri y Jacinto Ferri Juan, arriendan el Molí Vell y fijan su vivienda en las dependencias del mismo.

Molinos de Canals.
[…] El caudal de este río (río de los Santos) mueve, dentro de nuestro término, cuatro molinos harineros. El primero, llamado Molí Nou […]. El segundo, llamado Molí Vell […], lo explotan los Sres. Colomer y Ferri […]. A corta distancia, y en la orilla del Cáñoles, está emplazado otro molino de dos muelas harineras, llamado el Martinet […]. Más abajo, y también junto a la orilla izquierda del Cáñoles, existe otro molino de dos muelas, llamado de la Riba […]. (S. Sivera Font. 1907).

Se trataba de un antiguo molino de agua que había sido propiedad de los Benemejís hasta el año 1850 y, posteriormente, comprado a esta familia por Carlos Sansano.
Se le llamaba el Molí Vell (Molino Viejo).

Molí Vell.
[…]. El llamado Molí Vell, es de muchísima importancia, especialmente desde 20 años acá que lo explotan los Sres. Colomer y Ferri. Este molino aprovecha solamente las 11 filas de la acequia de la Vila […]. (S. Sivera Font. 1907).

Se accedía al mismo por una senda descendente hacia el barranco del río Canyoles, llamada entonces Camino del Molino.
Esta senda se iniciaba a la izquierda del Goleró, atravesando el actual jardín dedicado a Calixto III que separa Canals de La Torre, siguiendo prácticamente el curso del río de los Santos.

Río Canyoles o Cáñoles.
Afluente del Xúquer, tiene una longitud de 40 km. con un caudal muy irregular.
Nace en las montañas de la Font de la Figuera (límite de la provincia de Valencia con la de Albacete), en concreto en la montaña de “El Capurucho” a unos 900 metros de altitud, al pie del puerto de Almansa.
El río cruza toda la comarca de La Costera, de Oeste a Este, desaguando en él más de 25 barrancos de recorrido corto, que recibe tanto por la margen derecha como por la izquierda y bajan de las dos sierras que rodean esta estrecha comarca: Serra Plana y Serra Grossa.
Atraviesa el valle de Montesa y, a su paso por Canals, recibe los excedentes del río dels Sants de la Pedra y, sobre todo, las aguas residuales, urbanas e industriales de los pueblos de l’Alcúdia de Crespins y Canals, que le aseguran un caudal continuo a lo largo de todo el año.
Al entrar en la comarca de la Ribera Alta, desemboca en el río Xúquer.

El Molí Vell aprovechaba las aguas finales del río de los Santos el cual, tras el partidor de la Vila y Ranes, formaba la acequia de la Vila, cuyo caudal era aprovechado para mover sus muelas harineras.

Río dels Sants de la Pedra o de los Santos de la Piedra.
El llamado río de los Santos es un pequeño riachuelo que procede de las aguas surgidas de un manantial situado en el actual término de l’Alcúdia de Crespins, próximo al cerro conocido con el nombre de “La Tapadora”.

[…]. A unos cuatro kilómetros al Noroeste de Canals, en término de Alcudia de Crespins, entre las estribaciones del lado de allá del cerro de los Santos de la Piedra […] brotan con fuerza abundantísimas aguas cristalinas que dan origen al río de los Santos […].
[…]. Es una verdadera maravilla de la naturaleza este manantial […], considerable cantidad de límpidas aguas […], que, ó salen impetuosas por entre concavidades de peñas, ó brotan á borbollones en diferentes puntos de la balsa, levantando continuamente arenas hasta la superficie en su fuerza impulsiva […]. (Mosén Sivera Font. 1907).

En este cerro, no lejos de la ermita del Calvario, había antiguamente otra ermita, hoy desaparecida, dedicada a los Santos de la Piedra.
Los santos Abdó y Senén, son considerados los abogados contra el granizo y las tempestades, formando parte consustancial de la cultura tradicional de los pueblos valencianos; de hecho sus símbolos (el racimo de uva y las espigas de trigo) han sido, junto a la Tau de San Antonio, adoptados por la Villa. Los tres santos son, además, copatrones tanto de l’Alcúdia como de Canals.
Es, precisamente de estos dos santos, de donde procede el nombre del río (hasta que se construyó la ermita de los Santos de le Piedra, el nombre del riachuelo era de San Julián).

[…]. El río de los Santos inicia su tranquilo recorrido por Canals en la partida de Horts, cruzando la villa de Norte a Nordeste, diluyéndose como río para dar agua a las acequias de Setenes, Horts y Canyamars que riegan la huerta del término y las de la Vila y Ranes que continúan hasta las huertas de las vecinas poblaciones de la Costera […]. (La Villa de Canals. F. Tormo. 1977).

[…], y atravesando con esta dirección la partida de Horts, con dulces y mansos recodos y lamiendo los muros de Canals, llega hasta el partidor, que da origen á las acequias de la Vila y Ranes, donde propiamente muere […]. (Villa de Canals. S. Sivera Font. 1907).

Reparto de agua del río de los Santos (Finales del XIX).
Según el padre Sivera: […]. La cantidad del líquido de este río […], es de 1.750 litros por segundo […]. Compútase también este caudal en 24 filas, que se distribuyen de la siguiente forma: Alcudia y Canals tienen cuatro y además el aumento del listón del miércoles. De las veinte restantes, Játiva se lleva once y la Costera nueve […].

Ramón y Jacinto quedaron complacidos con lo visto y decidieron alquilar, dicho molino, a su entonces propietario Carlos Sansano.
Los dos socios se emplearon de lleno en su nueva tarea y pronto comenzaron a acudir los agricultores con sus sacos de grano de cereal (trigo, cebada, centeno y avena). Éstos pagaban por su molienda y, de inmediato, comenzaron a difundir la abnegación de los molineros y la calidad de su producto.
La adaptación se realizó con rapidez y los vecinos de Canals y La Torre ayudaron a extender por los pueblos circundantes una buena opinión sobre su capacidad y entrega.
Para incrementar la propaganda de la calidad de su labor, comenzaron los socios por comprar parte de la harina molida y la fueron llevando, como muestra, a los pueblos cercanos.
El éxito fue total y su fama se extendió de tal modo que se dice que comenzaron a tener clientes de la propia Xàtiva.
Al principio los socios utilizaron el rudimentario sistema primitivo de molienda, pero parece ser que, ya en el año 1893, se hicieron con el llamado sistema austro-húngaro, usando dos turbinas Arne de 30 caballos (según Sivera, 1907) y 100 (según la revista Valencia, 1909). Asociando su fuerza a la presión del considerable salto de agua, se logró suficiente potencia como para mover nueve muelas harineras y una arrocera.
Para aprovechar al máximo sus instalaciones, completaron su industria con una tenería para el curtido de pieles el año 1899.

Apunte histórico.
El año 1885 murió el rey Alfonso XII, a los 28 años, asumiendo la regencia su esposa María Cristina de Austria (madre del futuro Alfonso XIII).
Esta regencia duró 17 años (1885-1902), coincidiendo con el espacio de tiempo comprendido entre la arribada a Canals de Ramón Colomer Ferri y Clara Vidal Mompó, el comienzo de su actividad harinera en el Molí Vell y su establecimiento definitivo en la casona familiar.
Los problemas nacionales esenciales que hubo de resolver la regente estuvieron relacionados con el carlismo, los republicanos y la insurrección de las colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas).
Se logró inicialmente una cierta estabilidad gracias al pacto entre Cánovas y Sagasta en la alternancia del poder.
Pero esta situación derivó en un auténtico clientelismo regido por los grandes mandamases de Madrid, que dirigían sus órdenes a los caciques de las provincias los cuales, a cambio de sumisión, obtenían el favor central para abusar impunemente en su feudo y enriquecerse.

Crisis Agraria.
Los signos de la crisis agraria asoman en España hacia 1885.
El aumento en la importación de cereales redundó en el descenso de los precios, afectando especialmente al trigo.
Entre 1885 y 1890 se produjeron frecuentes manifestaciones de los grupos afectados (Liga Agraria, constituida en 1887 y Asambleas de Agricultores).
La incapacidad de los políticos para dar una solución a la misma, hizo que los agricultores se convirtiesen, ocasionalmente, en base electoral de partidos regeneracionistas y regionalistas.
Más adelante, durante la II República (1931), se creó el Partido Agrario Español formado por pequeños y medianos agricultores defensores de la propiedad privada y de los latifundios tradicionales.

Aspecto del molino de Colomer y Ferri.
El conjunto edificado del molino incluía: una casa destinada a vivienda del molinero, el molino en sí y un corral.
La vivienda disponía de dos pisos con techumbre de teja a dos aguas. La fachada inferior mostraba una puerta rústica central con dos ventanas a cada lado y la superior un balcón central, encima de la puerta, con reja sencilla y otras dos ventanas a cada lado.
Adosado a la casa se erigía el molino y, enfrentado a este conjunto, había un corral para animales domésticos y una cuadra.
Fue en esta casa donde parece que se instalaron las dos familias. Y en ella permanecerían hasta que Ramón edificase y se trasladara a su nueva mansión años después.

Electricidad.
Otra ventaja que proporcionaba la fuerza generada por las turbinas del molino fue la extracción de energía eléctrica.
El 24 de marzo del año 1897, se inauguró un sistema de iluminación para el pueblo, cuyo origen se gestaba en el Molí Vell aprovechando la inactividad moledora nocturna.

[…]. L’aigua naix tan calenteta,
qu’els barbers, pera afaitar,
no la tenen que calfar,
perqu’ella está templaeta.
Y encara no es aixó asoles,
pues venen els alfareros
y fan masetes, floreros,
cánters, perols y casoles.
¿Qué més? Pa tindre el carrer
per la nit illuminat,
li fa traure electrisitat
també á l’aigua Colomer. […]

(Versos humorísticos del erudito letrado D. Antonio Gómez).
(Villa de Canals. Mosén Sivera Font. 1907).

Más adelante (1905), aparecen datos sobre la empresa eléctrica de Colomer y Ferri (la Electra Canalense), como tal, con un salto eléctrico en el término de Sellent (según estudio de A. Vila Moreno). Este salto es distinto del que comprará, pocos años después, Ramón Colomer con objeto de abastecer su fábrica de l’Alcúdia de Crespins.
Por último, existe otra referencia a la producción eléctrica de los socios; está fechada el 12 de noviembre de 1910 y plasmada en una solicitud de la sociedad Colomer y Ferri pidiendo permiso a la Diputación Provincial para que su línea eléctrica, que desde Canals abastece a un molino harinero en las afueras de Xàtiva (zona de Dos Molíns), pueda atravesar la línea férrea y la carretera Xàtiva-Cerdá. Dicho permiso fue concedido el 2 de diciembre del mismo año.

Éxito de la Sociedad Colomer y Ferri.
El año 1900 los socios decidieron presentar sus productos harineros en la Exposición Universal de París obteniendo una Medalla de Oro. Este extraordinario éxito fue plasmado de inmediato en la propaganda de la Sociedad.


[…] Nunca habían concurrido á Exposiciones, y acordaron acudir á la celebrada en París en el año actual presentando una instalación en la que se exhiben los más hermosos ejemplares que produce España en variedades de trigos, arroces, cacahuet, judías, ajos, chufas, etc., colocados en una caja de buen gusto irreprochable, habiendo conseguido que el Jurado internacional de aquel gran certamen, que se ha mostrado excesivamente parco en conceder grandes distinciones á los expositores españoles, les otorgara una Medalla de Oro, lo cual constituye para los señores Colomer y Ferri un gran triunfo, por cuanto es la primera Exposición en que se han presentado.
[…] poseen en alto grado envidiables dotes de laboriosidad, genio industrial y amor al progreso, con lo que no sólo se honra la provincia de Valencia, sino la patria en general.
Y como ésta ha de sentirse orgullosa por el alto lugar en que han dejado su nombre los industriosos hijos de Ayelo de Malferit, Sres. Colomer y Ferri, al enviarles desde estas columnas nuestra felicitación más entusiasta por el honroso triunfo que acaba de conseguir, lo hacemos de la expresión de nuestro deseo de que obtengan la mayor prosperidad en su industria.
(Revista Ilustrada de Banca, Ferrocarriles, Industria y Seguros, 1901).

Según hallazgo de Alfonso Vila Moreno, mencionado en su artículo: Apellidos oriundos de la Vall d’Albaida en l’Alcúdia de Crespins y Canals, existe una referencia, en la revista España del año 1909, ensalzando las harinas de la sociedad Colomer y Ferri a raíz de su participación en la Exposición Valenciana de dicho año.

[…] Debido a esta perfección en el mecanismo de la molinería, los señores Colomer y Ferri han acreditado todas las marcas de harina que producen, entre ellas la especialísima de la casa marca Canals, estimada por no tener rival en la confección de pastas, esas pastas finas aliñadas de mil modos que constituyen el repertorio de cocina y de repostería de las señoras e industriales panaderos.
Esta fábrica cuenta unos veinticinco años de existencia […]
[…] Produce la fábrica de los señores Colomer y Ferri unos 25.000 kilogramos de harina, con la particularidad de que toda ella se vende en esta región […]

La Sociedad Colomer y Ferri se hace propietaria.
En el año 1901, catorce desde su arribada a Canals, Ramón Colomer Ferri (40 años) llegó a un acuerdo con su tío y socio Jacinto Ferri Juan (52 años) para adquirir el Molí Vell en propiedad, hasta entonces arrendado.
Los socios lograron un buen precio de los herederos de Carlos Sansano.
Adquirieron además las tierras que circundaban dicho molino, así como otros terrenos situados a la derecha de la carretera que une l’Alcúdia con Canals, al final de las Casas Nuevas (más adelante se ubicaría en ellos la fábrica de Ferri). Finalmente, pusieron su punto de mira en la zona opuesta a sus propiedades: los solares adosados a la estación de ferrocarril de l’Alcúdia de Crespins (precisamente fue en estos últimos donde se erigiría a partir de 1910 la gran fábrica de harinas de Ramón).
Fue también este mismo año 1901 cuando los socios se hicieron, a su vez, con la bodega de Almansa.

La Bodega de Almansa.
Poco tiempo antes, un tal Vizcaíno, antiguo amigo común y propietario de una pequeña fábrica de alcoholes en Almansa (Vizcaíno Hermanos) ubicada justo al lado de la estación (calle del Muelle, 8), estando próximo a la quiebra, solicitó a Ramón y Jacinto apoyo financiero, ofreciéndoles, además, entrar en sociedad. Éstos aceptaron el acuerdo y el negocio fue reflotado.
El año 1901 Vizcaíno les vendió su parte.

La bodega pasó en 1910, tras el reparto de bienes de los socios, a manos de Ramón y estuvo regentada desde 1911 por el hijo mayor de éste (Ramón Colomer Vidal), el cual residió precisamente por esta causa gran parte de su vida en esta localidad manchega (ver en biografía de Ramón Colomer Vidal).
 
LOS FERRI.
El matrimonio aieloner formado por Jacinto Ferri Aparici y Teresa Juan Garrigós tuvo seis hijos (cinco hembras y un varón): Teresa Ferri Juan (1836-1868), Mª Dolores Ferri Juan (1840), Miguela Ferri Juan (1842), Brígida Ferri Juan (1844), Daniela Ferri Juan (1847) y Jacinto Ferri Juan (1849-1913).

Jacinto Ferri Juan (1849-1913).
Oriundo de Aielo de Malferit.
Hermano pequeño de Teresa (madre de Ramón Colomer Ferri), hizo sociedad con su cuñado José Ramón Colomer Calabuig el año 1872.
Emigró con su sobrino Ramón Colomer Ferri a Canals en 1886 con la intención de rentabilizar y modernizar el Molí Vell.
Tuvo dos hijos varones Ferri Insa: Jacinto (1882) y Salvador  (1887), parece que el número total de hijas fue de seis: la primogénita: Purificación  (1873), Magdalena, Elvira, Amparo, Teresa  (1895-1965), Filiberta y la  pequeña (María Artemina, dato obtenido por JL Cervera de su tía Marina Ferri Vila), pues fue ésta la elegida para realizar el reparto de bienes de la sociedad Colomer-Ferri (ver Final de la Sociedad Colomer-Ferri).
Tras la disolución de la sociedad en 1910, asoció a sus hijos a la empresa y regresó a Aielo donde, siendo concejal, murió el 28 de marzo de 1913, teniendo el curioso honor de convertirse en el primer inquilino del nuevo cementerio.

El nuevo cementerio de Aielo.
Aún hoy se comenta una luctuosa anécdota en el pueblo vinculada a las obras del nuevo camposanto; estando un día el concejal Jacinto Ferri Juan comprobando la evolución de las mismas, ya que era el edil que más se había involucrado en la realización de dicha construcción, comentó jocosamente: “Veremos a quién le toca estrenarlo” (ML. Sanz Mora y MJ. Juan Colomer).

Salvador Ferri Insa (1887-1955).
Nació en Canals.
Sus padres: Jacinto Ferri Juan (1849-1913), tío de Ramón Colomer Ferri, y María Magdalena Insa eran oriundos de Aielo.
La sociedad, mantenida por su padre junto con su primo hermano Ramón, fue rescindida de mutuo acuerdo el año 1910.
A partir del año 1927, la empresa se denominó: “Hijos de Jacinto Ferri”.
Salvador y su hermano Jacinto (que no tuvo descendencia) mantuvieron el Molí Vell y construyeron su fábrica textil en los terrenos de su propiedad obtenidos tras el reparto con Colomer.
Casó en 1915 con Ana Vila Ramón, oriunda de Xàtiva.
Tuvieron cinco hijos: Salvador Ferri Vila (1916-1954), Ana Ferri Vila (1917-1932), las gemelas Marina y Silvia Ferri Vila (1920-2006), que fallecieron casualmente el mismo año, con tres meses de diferencia y, por último, Vicente Ferri Vila (1926-1964).

Salvador Ferri Insa y su esposa Anita Vila Ramón

Al morir su esposa Ana en 1940 a consecuencia de un accidente de automóvil Salvador casó con Elisa de la que no tuvo descendencia.
Salvador Ferri Insa murió, a los 68 años, el día 1 de octubre del año 1955.
Fueron sus hijos Salvador Ferri Vila y Vicente Ferri Vila los que finalmente izaron la marca textil “Ferrys” a las más altas cotas nacionales e internacionales.

Teresa Ferri Insa (1887-1955).
Hemos obtenido algunos datos biográficos sobre otro de los miembros del clan Ferri Insa, gracias a la aportación realizada por su nieto Vicente Vidal Alamar.
Teresa Ferri Insa nació en Aielo en 1895. 
Teresa casó con José Vidal Vidal (+1947) y tuvo cuatro hijos: José, Fernando, Mª Teresa (religiosa) y Jaime (padre de Vicente) Vidal Ferri.
Los Vidal de Aielo, que emigraron a Canals y Alcudia de Crespins, crearon la Fábrica de Aceite de Orujo “La Piñola”, sita en Alcudia de Crespins, al lado de la vía férrea y de la Fábrica de Harinas de los Colomer, también familia y emigrados de Aielo.
En su momento, Teresa y José compraron, a los hermanos de Teresa, la casona de los Ferri de Aielo. Parece que, en la actualidad está en bastante mal estado de conservación). Esta casona (cuartel general de la familia) fue construida en la calle Mayor nº 31, esquina con la calle de San Antonio.
Las estancias periódicas en Aielo fueron muy frecuentes a lo largo de la vida de Teresa.
Era gran católica y devota. De hecho, su hija Teresa Vidal Ferri se hizo religiosa en 1947, tras la muerte de su padre.
Teresa Ferri Insa murió en Valencia, el año 1965.
Teresa Ferri Insa.
(1895-1965).
Casona de los Ferri en Aielo de Malferit.
Calle Mayor nº 31, esquina con la calle de San Antonio.



FINAL DE LA SOCIEDAD COLOMER-FERRI.
La sociedad Colomer-Ferri se mantuvo a pleno rendimiento durante 38 años.
Al final, llegó el momento de la separación de los bienes.
Ambos eran emprendedores y requerían clan propio a pesar de que esta sociedad fue fructífera para ambos.
Alrededor del año 1910 se repartieron los terrenos comunes.
Curiosamente, el reparto se llevó a cabo por sorteo. Escribieron en dos papeles los lotes a repartir, introdujeron los mismos en una sopera y fue la hija pequeña de Jacinto, Artemina Ferri Insa, (dato obtenido por JL Cervera de su tía Marina Ferri Vila) la encargada de dilucidar el resultado.
Jacinto se quedó con el Molino Viejo, los terrenos circundantes y los próximos a las Casas Nuevas; mientras que Ramón mantuvo los de la estación de l’Alcúdia y la bodega de Almansa.
A partir de entonces comienza para los Ferri el que será más adelante su inmenso emporio de los famosos tejidos “Ferrys”. Por su parte, nuestro antepasado Ramón Colomer Ferri construye su magnífica Fábrica de Harinas destinada a convertirse, junto con el negocio de sus primos Ferri, en dos de los grandes motores industriales de Canals y l’Alcúdia de Crespins durante la primera mitad del siglo XX.

Final del Molí Vell.
El Molí Vell, tras su pertenencia a Ferri, siguió en activo incluso cuando pasó, posteriormente, a manos de don José María Grau (amigo de la familia, además de relacionado con ella; pues, su hija Encarnación fue cuñada de Carmen Colomer Camilleri y su hijo Vicente casó con Mercedes Colomer Sendra).
Al final de los años ochenta del siglo XX fue adquirido por su actual propietario, don Javier Sancho (hijo de Rodrigo, gran amigo de Ramón Colomer Vidal), para ser utilizado como anexo de su fábrica de curtidos.
Aún hoy, si evitamos las fincas construidas al lado del jardín de Calixto III, podemos asomarnos al antiguo Camino del Molino y apreciar, con nostalgia, los cipreses que crecían próximos al salto de agua y los vestigios del viejo molino hoy integrados en las posteriores adaptaciones.

EXPANSIÓN (Ramón independiente).
Ésta se produce tras la separación de Ferri en 1910.
Ramón, ya con 49 años, tuvo un magnífico espaldarazo profesional gracias a su amistad con el sacerdote de Canals don Raimundo Sarrió (predicador de la Corte), esta amistad le sirvió para ser introducido en los círculos más influyentes de la capital de España.
Este sacerdote sería, más adelante, el fundador del convento de Santa Clara de Canals, contando con una sustanciosa ayuda económica proporcionada por nuestra familia.
A Ramón se le intentó convencer para que entrase en política activa y estuvo tentado a acceder a los distintos ofrecimientos que recibió. Pero al final no dio el paso y siguió dirigiendo firmemente sus negocios pese a que, fiel a sus convicciones, siempre utilizó activamente sus influencias en defensa de los partidos conservadores católicos.

Curiosa contribución política de Ramón.
Se cuenta en Canals que, cada vez que había elecciones, reunía a todos los operarios de la fábrica de harinas en el patio de su casona familiar y les invitaba a comer paella.
Acabada la manduca, los colocaba en fila de uno, les daba a cada cual su papeleta del partido conservador y los hacía desfilar hacia el edificio adosado al suyo (Colegio de las Franciscanas) donde se ubicaba la mesa electoral.
Esta era su desinteresada contribución al partido.

Como sucedió a la gran mayoría de los industriales españoles, la Gran Guerra y sus prolegómenos supuso un importante impulso en sus negocios, dada la neutralidad de nuestro país en el conflicto.
Sumando los excelentes contactos mencionados a su buen hacer profesional y a la demanda europea de harina, hizo Ramón despegar su emporio a nivel nacional en los albores de la Primera Guerra Mundial (1914).
El cenit de su éxito llegó al finalizar esta guerra, el año 1918, cuando ganó varias condecoraciones, ahora en solitario.

Apunte histórico.
La I Guerra Mundial (1914-1918) tuvo una entidad y una trascendencia fundamentales en el desarrollo del capitalismo español.
Una verdadera riada de oro llegó a las arcas de comerciantes e industriales españoles.
La guerra supuso a la vez un eficaz sistema de protección automática para la producción española y un sistema de primas a la exportación de un país cuya balanza comercial era permanentemente negativa.
Productos que se exportaban con anterioridad a la guerra vieron estimulada la demanda en los países involucrados en ella; mientras que, otros que nunca pudieron esperar tener un mercado exterior lo encontraron ahora gracias a la neutralidad española en el conflicto.

La Fábrica de Harinas.
El negocio principal y sobre el que se basó todo el emporio que creó Ramón Colomer Ferri a partir del año 1910 fue la Fábrica de Harinas de l’Alcúdia de Crespins.
(Según información de Vicente Colomer Sendra, arquitecto y bisnieto de Ramón), parece que fue un proyecto alemán que abarcaba tanto la maquinaria como el edificio, de atractivo diseño.
Con el bagaje contraído gracias a un cuarto de siglo de práctica junto a su tío Jacinto y sus primos, ahora ex socios Ferri Insa, edificó un enorme complejo sobre terrenos adquiridos previamente junto a la estación del ferrocarril de l’Alcúdia.

Fábrica de Harinas de Ramón Colomer Ferri.
Naves laterales que contactaban con el Huerto de Colomer


 Fabrica de Harinas de Ramón Colomer Ferri.
Entrada principal y dependencias centrales.

La elección de estos terrenos fue capital para la expansión de su negocio ya que, de este modo, la mercancía no tenía que ser transportada largas distancias en carreta, pues desde la fábrica se accedía directamente por una vía particular con vagones propios a la estación general.
El agua potable para la misma la obtuvo de una conducción perteneciente al Ayuntamiento de Canals que pasaba por las cercanías de sus terrenos. Existe un acta municipal (hallada por A. Vila Moreno) fechada el 28 de noviembre de 1912 por la que se autoriza la instalación de dicha fuente.

Descripción de la Fábrica.
A la fábrica se accedía desde la carretera de l’Alcúdia a través de una gran puerta enrejada que daba paso a un espacioso patio distribuidor.
El primer cuerpo de edificios, situado a la derecha de la entrada, se iniciaba con las oficinas que incluían un total de cinco despachos y se completaba con una serie de almacenes que bordeaban la carretera.
Girando a la derecha, desde la puerta de las oficinas, había un edificio en cuya parte inferior se iniciaba una gran nave abierta al patio que se utilizaba para guardar las carretas y carros de transporte, entre ellos la famosa galera familiar utilizada hasta que se compró el primer automóvil. También en esta nave se instalaron cuadras para distintas caballerías (mulas, caballos y asnos) que se requerían en las tareas diarias, así como las perreras (en la fábrica siempre hubo un mínimo de dos perros que durante la noche deambulaban sueltos por el recinto).
Esta nave conectaba en su parte posterior con un corredor descendente que lo unía al Huerto de los Colomer. El piso superior era utilizado como almacén.
Las construcciones central y lateral izquierda estaban dedicadas a las labores específicas de la fábrica: moledoras, cribadoras, ensacados y transportes.

Proceso harinero.
Así, cuando llegaban los carros llenos de cereal, se pesaba éste en una báscula situada a ras de suelo en el patio. Acto seguido, se transportaba al edificio central y, por unos ascensores, era izado al primer piso donde se procedía a su cribado y molienda. A continuación, se transportaba el producto (harina y salvado) en carretas manuales por este primer piso hasta el edificio de la izquierda, con el que estaba comunicado, y se procedía a su ensacado. Una vez cosidos los sacos por unas operarias, denominadas saqueras, eran éstos deslizados por un tobogán de madera en espiral al piso inferior desde donde se transportaba en unas carretillas hasta la vía férrea particular. Allí se almacenaba en el vagón familiar que, posteriormente, se unía al convoy general de tren.
El famoso tobogán de madera se convirtió con el tiempo en uno de los atractivos más codiciados del pueblo, tanto por los nietos como por los bisnietos de Ramón, quienes, con permiso de los operarios, se deslizaban por él cual si de una magnífica atracción de feria se tratase quedando al final totalmente cubiertos de harina.

Central Eléctrica de Anna.
Fue, en aquella época, cuando Ramón se trasladó al pueblo de Anna y compró un magnífico salto de agua.
El salto adquirido por Ramón Colomer Ferri, aprovechaba las aguas del río a partir de una canalización (aún hoy llamada Acequia de Colomer) que comenzaba en la zona del Barranco de Alcay, justo debajo del Casino (edificio exento con aspecto de torre colgada hacia el precipicio, ubicado fuera del pueblo, próximo al gorgo Catalán), y la llevaba durante unos mil metros hasta la parte superior de la casa central situada en el fondo de dicho barranco (aún hoy llamada Fábrica de Colomer). Allí, aprovechando el desnivel, se introducía en dos grandes turbinas produciendo energía eléctrica.
Desde esta central se plantó el tendido eléctrico sobre postes, que seguían el curso del Nero hasta l’Alcúdia de Crespins donde la electricidad transportada hacía mover los artefactos de la fábrica de harina.
Central Eléctrica de Ramón Colomer Ferri en Anna.
Vista actual de la fachada principal del edificio.

Central Eléctrica de Ramón Colomer en Anna.
Arribada de la Acequia de Colomer a la Central (aspecto actual).

Esta central eléctrica fue la pieza clave en el desarrollo industrial de la fábrica de Ramón, ya que la electricidad de que se disponía entonces en las pequeñas poblaciones era totalmente insuficiente para hacer funcionar las grandes maquinarias.
La central de Anna iluminó e hizo funcionar todo su complejo industrial. Trasladó la luz a sus casonas de Canals e instaló a su cargo (aunque interesadamente) todo el sistema de alumbrado de la estación de l’Alcúdia, que hasta entonces permanecía prácticamente a oscuras.
Esta fábrica de electricidad siguió funcionando más de 50 años hasta el cierre definitivo del negocio harinero en los años sesenta del siglo XX. Curiosamente fue utilizada para la iluminación de Canals durante los cinco o seis primeros años posteriores a la finalización de la Guerra Civil Española debido a la gran escasez de recursos que provocó la contienda.
Con el cierre de las fábricas de Anna a lo largo de la primera mitad del siglo XX, sus edificios han quedado abandonados y en un lamentable estado en el fondo de los barrancos.

Localización actual de la central de Anna.
Por suerte, tanto la acequia de Colomer como la casa central aún se conservan. Para alcanzar esta última (actualmente propiedad de un ciudadano alemán) hay que salir del pueblo en dirección al Gorgo Catalán. Una vez allí, continuamos adelante unos 250 m. por la calzada asfaltada hasta arribar a una de sus curvas, delimitada a su derecha por: un poste de luz, un algarrobo y una barandilla metálica que protege del gran desnivel hacia el barranco (desde este mirador se puede observar, a la derecha, el edificio denominado el Casino, bajo el cual da comienzo la Acequia de Colomer).
Finalizada esta barandilla, desciende hacia el barranco un camino sin asfaltar. Se trata de una senda con bastante inclinación que se introduce rápidamente en el frondoso fondo de la garganta. Tras descender durante seis o siete minutos, entre frutales y zarzales, se alcanza el final de la hondonada y, atravesando lateralmente una puerta metálica, sujeta a dos columnas de cemento sin muro, se descubre, en la penumbra del bosque, inmersa en un extraordinario y exuberante paraje, la casa de Colomer, solitaria y arrullada por el sonido amplificado de multitud de pequeños saltos de agua.

CARÁCTER Y PRONTOS DE RAMÓN.
Ramón Colomer Ferri era católico convencido, con innegable don de gentes, regordete, bonachón y notable humanidad que le impedía negar auxilio a quien se lo pidiera sinceramente, lo cual le acarreó no pocos problemas domésticos.
Ramón Colomer Ferri (1918)

Su mujer, Clara Vidal Mompó, le reprendía constantemente con la frase: ¿nunca aprenderás a decir que no?
Como era costumbre por entonces, cuando un miembro de la familia hacía fortuna, se convertía en una especie de padrino del clan y contraía la obligación moral de ayudar, de algún modo, al resto menos afortunado.
En primer lugar estaba la familia directa (hermanos y cuñados) y a continuación los primos. El inconveniente de este último grupo es que (con la endogamia secular establecida, hasta bien entrado el siglo XX, en los pueblos pequeños y mal comunicados) el nutrido volumen de sus componentes solía ser abrumador.

Miguel Colomer Martí (1880-1973).
A su hermanastro Miguel Colomer Martí (vástago del tercer matrimonio de su padre) lo hizo gerente de una pequeña refinería de aceite que compró en la provincia de Madrid.
Al morir su padre (José Colomer Calabuig) en 1903, los cinco hijos de su cuarto matrimonio aún eran muy pequeños y Ramón acogió a sus hermanastros como hijos propios. Incluso, más adelante, colocó a José Celestino o a José Aniceto a las órdenes de Miguel en la refinería de aceite de Madrid. Fue en esta refinería donde años más tarde murió uno de ellos al explotarle una caldera.
Miguel Colomer Martí se convirtió con el tiempo en un gran industrial del aceite. Propietario de olivos, constructor de una orujera, fábrica de jabones y sulfuros en Villa del Río (Córdoba), arrendatario de una fábrica de aceite en Marmolejo (Jaén), refinería en Madrid, exportador a Europa y Estados Unidos, Medalla de Oro en la Exposición de Milán (1920) y por último constructor de otra nueva fábrica en Castellar (Jaén) donde se instaló su hijo Miguel Colomer Frigols y tuvo sus nietos (Información procurada por Miguel Colomer Hidalgo, nieto de Miguel).

También atendió a gran cantidad de primos, tanto Colomer como Vidal, que fue colocando en sus distintos negocios, especialmente en la fábrica de harinas.

Curiosas consecuencias de su carácter complaciente.

1.- El mayordomo llorón.
Un buen día, encontrándose Ramón de viaje en tren, topose con un individuo envuelto en un mar de lágrimas. Al interesarse por el motivo de su desconsuelo, descubrió que se trataba de un hombre cortés y educado, padre de cinco hijos y residente en Valencia, que acababa de ser despedido de su trabajo como encargado en un importante hotel de la capital.
Afectado ante la desgracia de un hombre tan cualificado, ofreció al desdichado un espléndido trabajo en su casona, nada menos que de mayordomo de la misma.
Todo esto sucedía, como siempre, sin consultar con su esposa Clara, la cual, inicialmente, siempre montaba en cólera. Pero esta vez, a pesar de poner el grito en el cielo, fue convencida por su marido para que el sujeto estuviese un periodo de prueba.
Era tan tremendamente refinado que exasperaba a todos los presentes; vestía de etiqueta mientras se servía la mesa, esgrimiendo todo tipo de expresiones y ademanes cortesanos ante una familia que, a pesar de ser ya por entonces extremadamente rica, no podía olvidar aún su modesto origen.
Aprovechando el ultimátum lanzado por Lucrecia la cocinera, logró Clara convencer a Ramón de lo anacrónico que resultaba dicho personaje en aquella casa y, tras buscarle un magnífico puesto en otro hotel valenciano, le despidieron en loor de multitud.

2.- El niño botones.
Enterándose Ramón de que una buena mujer del pueblo había quedado repentinamente viuda y en situación económica precaria, acudió en su ayuda.
Como la viuda tenía un hijo pequeño, a Ramón se le hizo la luz.
Se llevó al chico a un sastre, le encargó un uniforme con casaca cubierta de botonadura metálica y, una vez con él colocado y ajustado, indicó a un operario de la fábrica que se llevase al rapaz ante su mujer y le dijese lo siguiente: “de parte de don Ramón ya tenemos botones”.

3.- El burro del frailecillo.
Había en Aielo un modesto convento franciscano de donde periódicamente salía, caminando sobre sus ajadas sandalias, un pequeño frailecillo a pedir limosna y donativos para su casa visitando los pueblos vecinos, entre los que se encontraba Canals.
Compadecido Ramón ante las pésimas condiciones en que se desenvolvía el monje, decidió darle una grata sorpresa.
Compró un pollino joven y manso, lo dotó de unas esbeltas alforjas e indicó que lo dejasen atado a la reja de la casona familiar.
Al llegar el fraile y tocar la aldaba, apareció Ramón con cara de circunstancias y le dijo: el donativo que hoy le vamos a entregar, sintiéndolo mucho, no se lo puede llevar a cuestas.
Cuando el frailecillo descubrió el fabuloso regalo, cuentan que comenzó a llorar de emoción y no paró hasta llegar, de nuevo, a Aielo para contar la buena nueva al superior y resto de compañeros.
De hecho, poco después recibió la familia la visita de una nutrida delegación del convento para agradecer el regalo.

4.- Don Francisco Sanz.
Francisco Sanz Baldoví nació en Anna (Valencia) el año 1872.
Desde muy joven se aficionó a la guitarra (parece que fue alumno del mismo Tárrega) y muy pronto fue un virtuoso de la misma.
Su segunda afición fue el teatro, siendo miembro fundador de la sociedad recreativa de su pueblo, y donde comenzó a actuar como tenor cómico.
Al quedar huérfano de ambos padres y, a su cargo, cuatro hermanos, utilizó sus cualidades escénicas para solicitar, y obtener, trabajo como tenor cómico en el Teatro Ruzafa de Valencia.
En 1891, con 19 años, asistió a un espectáculo de ventriloquia y decidió probar en esta nueva faceta aprovechando su experiencia lírica.
Fue en los últimos años del siglo XIX cuando, estando un día Ramón Colomer Ferri en viaje de inspección en el pueblo de Anna, le llamó la atención un individuo de unos veintitantos años que divertía a sus amigos imitando diversas voces de personajes sin apenas menear los labios.
Ramón quedó tan gratamente impresionado que se acercó preguntando al muchacho cómo era posible que con esas cualidades no hubiese triunfado profesionalmente en dicho arte.
Ramón ofreció a Francisco echarle una mano, aprovechando su condición social e influencias en la Capital.
Aceptó inmediatamente Francisco; y Ramón encontró contactos, le costeó diversos muñecos e incluso parece que lo puso en manos del ventrílocuo francés Ventura Carné, con quien perfeccionó la técnica.
Con el tiempo, Francisco Sanz se convertiría en uno de los ventrílocuos más famosos de España, Latinoamérica y Francia.
Sus muñecos eran articulados, con complicados artilugios ideados por él mismo. Medían un metro o más, incluso alguno de tamaño natural con el que bailaba en el escenario.
Entre los 18 componentes de sus personajes destacaban: don Liborio (el de mayor relevancia y el alma del grupo, comentaba la actualidad con desparpajo), Frey Volt (expresivo y erudito orador, considerado en 1913 por la prensa como el mejor autómata del mundo), un muchacho negro de nombre Blanca Flor de Chimenea o Panchito, dos niños vestidos de marinerito llamados Pepito y Juanito, doña Eduvigis (solterona cursi), la señorita Delirio (encantadora bailarina), doña Anastasia (vieja portera cotilla), don Melanio (borrachín y moroso), el Loro Toto, Cutufillo, el Maestro Torero, don Venancio, Fulgencio y Lucinda.
Trabajó en la prestigiosa compañía Alegría por toda España.
En Madrid lo hizo en el teatro de la Comedia y fue primera atracción en el circo Parish (posterior Price) teniendo actuaciones memorables, tanto en España como en Cuba y México.
También fueron exitosas sus películas de cine mudo realizadas en Valencia (con Thous), La Habana (ésta, realizada en 1916, tuvo gran repercusión en los Estados Unidos y de no haber sido por la I Guerra Mundial podría haber cambiado el rumbo de Francisco) y, finalmente, en París.
De sus tres hijos (Josefina, Rafael y Francisco) fue la niña Josefina Sanz Sols una excelente pianista y acompañó a su padre con su música en numerosas actuaciones.
La última etapa de su vida profesional la desarrolló en París donde pasó toda la guerra Civil Española.
Al final de la contienda regresó a España donde murió a los 67 años el mismo año 1939.
La amistad de Francisco Sanz con la familia fue tal que, cuando pasaba por Canals, se alojaba siempre en la casa de los Colomer, incluso tras la muerte del patriarca en 1925; y, siempre que esto ocurría, realizaba actuaciones particulares para delicia de sus miembros.

5.- El tango de la familia de Toni.
Remedios era una pobre viuda de Aielo cuyo difunto marido, como única herencia, le había legado cinco hijos (cuatro varones y una hembra) todos ellos con coeficiente de inteligencia limitado.
Al enterarse Ramón del drama que suponía dicha situación para la desdichada mujer, oriunda de su patria chica, decidió acoger a la familia en pleno.
Consiguió una casa a las afueras de Canals y, posteriormente, colocó a los cuatro hijos varones (Toni, Sento, Joaquín y Francisco) en su propia casona con aposentos en la planta del servicio.
Con el tiempo, Sento murió de una coz mular, a Joaquín, sordomudo, lo atropelló un tren; Francisco casó con una moza dotada de tan escasa luces como él, de edad superior a su propia madre, llamada Rosariet la Cabrera, con la que se dedicó a pedir limosna por los pueblos vecinos; la chica Remedios fue la única que rehizo su vida casando con un buen hombre que, aunque también simple, resultó gran trabajador y lograron salir adelante con hijos ya normales.

Tres anécdotas del inigualable y entrañable Toni.
Toni, el quinto de los hijos de Rosario, fue el que más huella dejó en la familia.
Era bonachón, feliz y extremadamente cumplidor.

1ª.- En una ocasión, Toni fue requerido por Ramón para que realizase un encargo. Se presentó ante el patriarca y éste, mientras se giraba para tomar algo de una consola, le indicó que acudiese a Montesa con objeto de… No pudo acabar la frase pues, al volver de nuevo la cabeza hacia su interlocutor, éste había desaparecido.
Toni se fue caminando raudo a Montesa y, al alcanzar esta villa, abrió los brazos y miró al cielo con desespero al comprender, entonces, que no había dado tiempo al patrón de decirle cuál era la tarea a realizar.

2ª.- En otra ocasión, Toni y su hermano Sento decidieron irse a Francia.
Ni cortos ni perezosos fueron a la fábrica, tomaron una carretilla, preguntaron por dónde se iba a Francia y salieron a la carretera.
Se fueron turnando, mientras uno arrastraba su pintoresco vehículo, el otro iba subido en él.
Aunque parezca mentira, fueron avanzando a buen ritmo.
Una noche, mientras dormitaban al raso, se les apareció repentinamente, según su propia versión, un siniestro y oscuro monje con capucha dándoles la bendición. El terror se apoderó de los dos hermanos de tal modo que, a voz en grito, echaron a correr entre tinieblas, abandonando en su huída hasta la propia carretilla.
A pesar de ello, no se sabe cómo, lograron atravesar la frontera, donde finalmente fueron detenidos.
Comentaba luego Toni, entre risas, que llegaron muertos de hambre y al solicitar comida urgente a los gendarmes, aquéllos sólo les decían: No compren pan. Mientras los expedicionarios desesperados respondían: ¿con qué lo vamos a comprar? ¡pedimos pan! La angustia fue creciendo inexorablemente y los hermanos comenzaron a gritar preguntando si alguien conocía a Julio Colomer. Milagrosamente, algún conocido logró contactar con Julio quien acudió en tren al rescate.

3ª.- Toni tenía cientos de anécdotas pero no dejaremos el tema sin narrar una de las más extravagantes.
La casa que proporcionó Ramón a su familia disponía de bajo y primer piso; pues bien, al regresar Toni una noche a su morada un tanto cocido, se introdujo en la cama ubicada en el piso superior y quedó profundamente dormido. Se despertó sobresaltado al escuchar un ruido extraño y al fijar sus ojos entreabiertos observó que, a los pies de su lecho, se encontraba un ángel con sus alas extendidas y la mano derecha levantada. No quedando ahí la cosa, el ángel tuvo además la ocurrencia de dirigirse a él diciendo: “Toni, soy un ángel, no temas”.
No dejó que hablase más, saltó de la cama gritando y en vez de usar la escalera, se abalanzó por el hueco de la misma quedando reventado en el suelo. Milagrosamente las heridas no fueron de extrema consideración.

En la cuarentena Toni se alcoholizó y se convirtió en motivo de chanza fácil para muchos ciudadanos de Canals. Al final, hubo que ingresarlo en una residencia especial de donde escapó en tres ocasiones. La tercera resultó fatal ya que, arrollado por un coche, murió. Tenía alrededor de sesenta años.

EDUCACIÓN DE LOS HIJOS.
Todos los hijos varones de Ramón Colomer Ferri y Clara Vidal Mompó, excepto Bernardo y Ricardo, estudiaron el bachiller en el colegio de los jesuitas de Valencia, situado frente al jardín botánico en la última manzana de la actual avenida de Fernando el Católico, junto al cauce del río Turia.
Clara Vidal Mompó       

Las hijas lo hicieron en el colegio de Jesús-María, sito en la misma avenida aunque en la acera contraria, a escasos trescientos metros del anterior (actual número 37).
Por supuesto que todos estaban en régimen de internado.
La relación de la familia Colomer con los jesuitas se mantuvo, desde un principio, muy íntima. Para empezar, tres sobrinos de Ramón y Clara, hermanos entre sí, pertenecían a la orden (ver Angelino Micó Colomer en biografía de Fanny Maisonnave De Cuadra en blogcoloma); posteriormente, hubo gran cantidad de amigos en la misma. Incluso nietos ordenados en la Compañía de Jesús. Prácticamente todos los miembros varones del clan recibieron su enseñanza escolar por parte de esta orden durante dos generaciones.

[…] el Colegio de San José, de los jesuitas […] contenedor de cachorros de la burguesía […] Era una maquinaria pedagógica con siglos de experiencia, dirigida a formar la élite de la sociedad, muy exigente en los estudios y asfixiante en la práctica religiosa […]
(Xavier Corrales, 2008).

Las hijas Colomer sólo estudiaron el equivalente actual del bachillerato, que era, por entonces, la forma completa para la educación de una señorita de buena familia.
Los hijos varones, excepto Bernardo y Ricardo, estudiaron derecho.
A raíz de comenzar el primogénito, Ramón Colomer Vidal, sus estudios universitarios (1902), su madre Clara decidió montar una especie de cuartel general en Valencia para, de ese modo, poder controlar a su mesnada.
Alquiló un enorme apartamento que ocupaba todo el primer piso de un edificio de viviendas situado en el actual Paseo de Ruzafa nº 7, haciendo chaflán con la calle de Martínez Cubells (justo donde estaban, hasta hace pocos años, los famosos Almacenes Cuadrado).

Paseo de Ruzafa nº 7 (esquina con Martínez Cubells). Aspecto actual.
Toda la primera planta del edifico y la mitad de la segunda sirvió como asentamiento, en Valencia, de la familia Colomer hasta la muerte de Clara Vidal Mompó en 1933.

Utilizó como sargento mayor a una viuda llamada Rosa. Su marido era guardia civil, conocido de la familia, que fue asesinado en el transcurso de un atraco. Quedó Rosa sola con un hijo pequeño y ambos fueron acogidos por Clara. Esta Rosa se mantuvo en su puesto a pesar del paso de los años, administrando el piso y acompañando siempre a Clara.
También alquilaría, más adelante (1921), el apartamento inmediatamente superior (en este caso sólo ocupaba la mitad de la planta) para poder alojar ahora a sus nietos Ramón y Andrés Colomer Maisonnave (hijos de su primogénito) cuando éstos iniciaron bachiller, pues, por entonces, aún estaban opositando sus hijos menores (Julio y Enrique Colomer Vidal), que seguían ocupando el piso principal.

Oratorio familiar.
Clara Vidal Mompó, al aproximarse su sexta década, apenas salía de casa.
Por esta razón, indicó al padre Angelino Micó Colomer (ver en biografía de Fanny Maisonnave De Cuadra en blogcoloma), jesuita y sobrino de Clara, que solicitase una dispensa a Roma para poder realizar oficios religiosos en su propia residencia de Valencia, amparándose en su delicada salud.
Obtenido este permiso, decidió utilizar el gran despacho de su hijo Julio Colomer Vidal. Este despacho se había habilitado para que Julio preparase en él su oposición y posteriormente lo utilizase como abogado del estado.
La sala estaba presidida por un óleo de la Inmaculada de considerables dimensiones. Aprovechando dicha imagen como presidencia, la estancia se reconvertía en lugar de culto colocando: un altar portátil de madera sobre la mesa del despacho y, tras él, un crucifijo propiedad de Clara.
En los documentos oficiales de la Iglesia, se denominó a este lugar Oratorio Particular de la Familia Colomer.
Todos los domingos, fiestas de guardar y días en los que se celebrase algún evento familiar, acudía el padre Angelino para realizar la ceremonia religiosa correspondiente.
De hecho, en este oratorio de quita y pon, tomaron su primera comunión los siguientes nietos de Clara: María Colomer Maisonnave, su hermano José Luis, Mercedes Colomer Camilleri y Elisa y Maruja Porras Colomer.
Una vez celebrado el oficio, se plegaba el altar y se guardaba, junto con el crucifijo, en un armario hasta la siguiente ceremonia.
De nuevo se convertía en el despacho de Julio.

RAMÓN FESTERO.
El año 1915 Ramón, con 54 años, fue convencido por sus amigos para que se convirtiese en “Festero, Llumener o Bandera”, es decir, organizador de las fiestas de San Antonio.
Eligió a su hijo Bernardo como “Cuiro” (segundo festero), por entonces aún eran sólo dos “Els Parells”.
Esto suponía, además de un inmenso desembolso económico, una auténtica locura de preparativos y, casi todos, relacionados con la vivienda del festero. La casa debía de permanecer abierta, como si de un bar se tratase, a todo ciudadano que le apeteciese degustar un vaso de mistela acompañado de frutos secos (cacahuetes, almendras, pasas y altramuces) desde el día 8 de diciembre (día de la Inmaculada) hasta el final de las fiestas de San Antonio el día 18 de enero.
Aquel año Clara Vidal Mompó comenzó a elaborar las famosas pastas de San Antonio (rotllets d’anís, coques de sagí, cocotets y rosegons) con tres semanas de antelación.
Las pastas se amasaban en las cocinas de la casona, situadas en la planta baja (Clara contrató a seis mujeres para esta labor). A continuación, eran trasladadas al horno del pueblo (dos chicas más fueron contratadas) y una vez elaboradas se almacenaban.
Para almacenar tal cantidad de pastas, Clara adaptó un cuarto del segundo piso del edificio. Se montaron al efecto grandes cajones de madera que, una vez rellenados, se apilaban unos encima de los otros hasta ocupar todo el recinto. Aunque nunca más se utilizó para tal fin, ya siempre se denominó a esta alcoba “el cuarto de las pastas”.
La misión de tal ingente arsenal de confituras no era otro que usarlo durante los tres días de la fiesta, consumido en la propia casa o lanzado por el pueblo el día de Els Parells.
Además de mantener la casa abierta durante más de un mes, entrando y saliendo vecinos, durante la fiesta había que surtir a los conciudadanos de infinidad de platos de arroz al horno con “pilotes”.
Como podemos suponer, tanto Clara como Ramón quedaron enterados para el resto de sus días de lo que suponía organizar este evento y, aunque volvieron a proponérselo más tarde, declinaron tal honor sin dudarlo.

LA CASONA FAMILIAR (San Cayetano nº 5).
Parece ser que fue en los últimos años del siglo XIX cuando la familia Colomer Vidal se trasladó a vivir definitivamente a su casona recién adquirida en la calle de San Cayetano de Canals.

Calle de San Cayetano (Sant Gaietà).
[…]. Del siglo XVIII debe ser el principio de la calle de los Santos y la de San Cayetano y también la mitad Oeste de la plaza del mismo nombre, mas no la mitad opuesta, que es ya obra del siglo XIX […].
(Mosén Sivera. 1907).

[…]. Las calles que forman los barrios del Secanet y San Vicente (incluyendo además la plaza Mayor, el Goleró y las calles de San Cayetano, San Roque y Nueva) es donde más muestras se encuentran de un urbanismo primitivo […]. (F. Tormo. 1977).

Calle de San Cayetano de Canals.
 En primer término la casona de Ramón Colomer Ferri, seguida de la de su hijo Bernardo Colomer Vidal.

Como hemos comentado, desde que llegaron a Canals, en 1886, Ramón Colomer Ferri y su familia residieron, durante aproximadamente 14 años, en la casa del molino.
Llegó de Aielo con un hijo pero, tras una década y media en Canals, ya tenía ocho vástagos.
A finales del XIX compró una casa de labradores situada en la calle de san Cayetano nº 5, adosada al Asilo de las Franciscanas.

Colegio Asilo de San Filiberto de religiosas terciarias de San Francisco.
El edificio colindante con la nueva vivienda de Ramón (San Cayetano nº 7) era inicialmente propiedad de la familia Guzmán.
Tras la muerte del presbítero D. Filiberto Guzmán Prats en 1894, heredó el edificio su hermana Dª Patrocinio que, a su vez, la donó a una comunidad de religiosas franciscanas dedicadas a la enseñanza.
Se adaptó el lugar para su nueva función construyéndose un espacioso salón para dedicarlo a la enseñanza de párvulos, y otra sala, que daba a la calle, se trasformó en oratorio público.
El nuevo asilo colegio se inauguró el mes de octubre del año 1896, muy poco tiempo antes de que se estableciesen Ramón y Clara en su nueva casona.
La relación de nuestros antepasados con las monjas fue extraordinaria desde el principio.
Como, a diferencia de las de santa Clara, éstas no eran de clausura, las religiosas se pasaban constantemente a la casona de Ramón bien para charlar bien para echar una mano cuando había algún enfermo o bien para recibir los cuantiosos donativos que les entregaban, tanto en metálico como en género, para ayudar al funcionamiento del colegio.

Inicialmente, la casona sólo era una morada modesta con un gran corral en la parte trasera, dando al río.
Vista actual de la casona de Ramón Colomer Ferri.
Visión posterior desde el Pont del Riu.

En poco tiempo, Ramón logró transformarla en un auténtico palacio. Una de las mansiones más lujosas de Canals, de todos los tiempos.
La vivienda disponía de tres plantas más los desvanes.

Fachada.
La fachada estaba presidida por una gran puerta de madera labrada cuyas jambas lisas sostenían un dintel decorado con falso arco escarzano, mostrando el número 5 en su centro y rematado, en ambos extremos, por dos rosetones; el acceso a la vivienda se lograba tras superar un escalón de piedra elevado sobre la acera.
La puerta estaba flanqueada, en este primer cuerpo de edificio, por dos grandes ventanales que se iniciaban casi a ras de suelo, con reja de filigrana.
En la fachada de la planta noble se abrían tres elegantes balconadas que daban a dos alcobas, mientras que los tres ventanales del segundo piso sólo disponían de baranda de hierro forjado sin balcón. En ambos pisos existían elegantes cubrepersianas, así como, pilastras estriadas longitudinales, delimitando los huecos de los balcones y ventanas.
La parte superior de la fachada estaba coronada por una balaustrada sostenida por ménsulas y espaciada por cuatro pequeños pilares, con remate central adornado con rosetón y otros dibujos de yesería.
Al traspasar la puerta, se iniciaba un inmenso recibidor que comunicaba, a ambos lados, con dos salas.
Hermanos Colomer Vidal (1900).
(de izq. a der.): Joaquina, Herminia, Ricardo, Ramón, María, Clara, Julio y Bernardo.

Saloncito verde.
La sala de la izquierda se diseñó inicialmente como despacho para Ramón, desde el cual podía divisar a los viandantes que circulaban por la calle de San Cayetano.
Presidían su pared frontal dos grandes fotografías de Ramón y Clara, bajo cristal y enmarcadas en madera oscura.
Al morir Ramón (1925), su esposa Clara Vidal desmanteló el despacho y lo convirtió en salita de estar. Se le denominó, a partir de entonces, el Saloncito Verde, en referencia al mobiliario de madera pintada de este color, especialmente un mueble escritorio que perteneció a Clara de la Cuadra Raoul (madre de Fanny Maisonnave) y consuegra de Ramón Colomer Ferri. Tras la muerte de Clara de la Cuadra (1930) muchos de sus muebles pasaron a la casona de Canals, pues los heredó Ramón Colomer Vidal, ya viudo de Fanny.
Desde la muerte de su esposo, éste fue el lugar que eligió Clara Vidal para aposentarse mientras permanecía en la casona.
En este saloncito es donde se encontraba el famoso retrato de Teresita Colomer Vidal (ver biografía de Teresa Colomer Vidal en blogcoloma).
Clara Vidal Mompó

Sala.
Enfrentada a este saloncito había una gran habitación, subdividida en dos departamentos. El más espacioso de ellos cumplía la función de amplia sala de estar; presidía el espacio un magnífico tresillo coronado por un amplio espejo horizontal de madera artesonada que estaba flanqueado por dos rectangulares y verticales óleos de sendos bodegones; completaban el grupo una mesita y unas lámparas de pie.
 
Primer piano.
Antes de la Guerra Civil, uno de los dos pianos que había en la casa, estaba colocado frente al tresillo, al lado izquierdo de la entrada. Durante la guerra, la mansión fue ocupada y utilizada como casino del pueblo y este piano pasó a la alcoba contigua. Por desgracia, al terminar el conflicto, quedó completamente inservible y la familia se deshizo de él.
Su lugar fue cubierto por una alta e historiada consola de mármol blanco con patas de madera dorada y, sobre ella, una inmensa cornucopia (perteneciente al mobiliario de Clara de la Cuadra, suegra de Ramón Colomer Vidal).
 
Completaba la sala una acogedora mesa camilla con su juego de sillas, situada junto al gran ventanal desde donde, años después, las hijas solteras de Ramón Colomer Ferri (Clara y Joaquina), últimas inquilinas de la mansión, contemplaban, a la caída de la tarde y con la luz apagada, todo lo que sucedía y se rumoreaba en la calle.
En 1926, tras la muerte de Fanny Maisonnave, se colocó al lado de esta camilla un precioso costurero con dos sillitas bordadas que trajo el viudo Ramón Colomer Vidal de Almansa.
El departamento anexo a esta sala lo constituía una alcoba, separada del anterior tramo por una enorme cortina. Disponía de cama de matrimonio de madera labrada, armario ropero, tocador y lavabo.

El sillón del trono.
Continuando por el lado izquierdo del hall, daba comienzo la esbelta escalera de caracol que comunicaba con los pisos superiores.
En el rincón que formaba ésta en su ascenso se colocó un enorme sillón, tipo trono, todo realizado de pulida madera negra labrada. El respaldo se enmarcaba por dos alas replegadas de águila bicéfala sobre cuyas cabezas reposaba una corona también de madera negra con motivos dorados. Las patas acababan en garra de monstruo felino y el asiento era de fuerte cuero negro con formaciones cuadradas grabadas sobre el mismo.
Este trono fue un capricho de Ramón, obtenido como regalo de un comerciante granadino amigo suyo. El patriarca se había prendado del espléndido solio en un viaje de negocios realizado con anterioridad a esta capital andaluza.
Con el tiempo, el sillón del trono se transformó en una pieza familiar jocoso–festiva, ya que no había persona adulta o niña que pasase por delante de él y no cediese a la tentación de sentarse aparentando ser un rey de cuento.
Así mismo, se convirtió en un sitial de privilegio conocido por todos los canalenses, pues no hubo festividad ni visita de personalidad al pueblo donde no se solicitase a los Colomer que prestasen el famoso trono.
Tras la muerte de Fanny Maisonnave (nuera del patriarca), se colocó en la pared trasera de este rincón una lujosa colección de bastones dispuestos a modo de panoplia, y procedente de su ajuar.
Ramón Colomer Ferri con su esposa y tres de sus hijos (1918). 
(de izq. a der.): Clara Vidal Mompó, Julio Colomer Vidal, Ramón Colomer Ferri, Ricardo Colomer Vidal y Joaquina Colomer Vidal.

El arcón.
En el muro opuesto, enfrentado a la escalinata, se distinguía un arcón de madera negra muy elaborado, labradas sus caras laterales y con parte superior lisa.
Este arcón formaba parte de un sofisticado conjunto mobiliario; estaba colocado sobre una gran tarima de madera, rematada en su parte posterior por una enorme plancha del mismo material, forrada de gruesa tela de color granate con flores oscuras, formando variados y simétricos rectángulos con perímetros de madera. En los laterales de la plancha, que sobresalían ampliamente del espacio ocupado por el arcón, se habían colocado diversas perchas destinadas a los abrigos, sombreros y bastones de diario. Finalmente, escoltaba el conjunto un par de esculturas de bronce sobre sendas peanas de madera.
Este mueble era propiedad de Fanny Maisonnave y estuvo en su casa de Almansa hasta su muerte en 1926.
Antes de esta fecha, el lugar del arcón estaba ocupado por un tresillo de mimbre con altos respaldos y una gran cantidad de almohadones.
Era una especie de antesala de invitados.

La cueva.
Sobrepasada la escalera, una pequeña puerta daba acceso a la bodega (llamada familiarmente “la cueva”) que ocupaba un gran sótano, muy fresco, por lo que era utilizado para almacén de todo tipo de alimentos de consumo propio.

Habitación de los teléfonos.
Finalizaba el lado izquierdo del descomunal recibidor con “la habitación de los teléfonos”.
Se trataba de un auténtico locutorio ya que, empotrados en la pared, se habían colocado cuatro teléfonos. Uno comunicaba, usando línea particular, con la central eléctrica de Anna; dos más, también con línea particular, mantenían contacto directo con la fábrica de harinas; y era el último el teléfono general que, como todos en aquella época, tenían que solicitar línea a la centralita de Canals.
Cada teléfono disponía de su silla correspondiente y una pequeña mesita. Completaba este curioso cuarto, un gran panel de cartón donde Ramón había encargado que constasen todos los teléfonos de los miembros de la familia, así como de las personas más relacionadas con la misma.
Tras la Guerra Civil, al eliminarse las líneas particulares, este cuarto pasó a utilizarse como cuarto de plancha y a denominarse de este modo.

Patio del pozo.
Al fondo del recibidor, justo en el extremo opuesto a la entrada de la vivienda, había originalmente un grupo mobiliario compuesto por una mesita y varias sillas bajas, todas de mimbre. Tras la muerte de Ramón, en 1925, fue sustituido por un nuevo conjunto de mesita y butacas de escasa altura aunque, esta vez, se sustituyó el mimbre por la madera oscura.
Ramón Colomer Ferri con su esposa Clara Vidal Mompó y su hija menor Amparo acompañados por alumnos del colegio de las franciscanas en el patio del pozo.
(1922)
Tras el grupo se intuye el gran portón que unía el recibidor con el primer patio. A la izquierda puerta metálica que enlazaba el patio y el jardín. La ventana enrejada pertenecía al cuarto de los teléfonos y a su derecha estaban el pozo y la fuente.

Detrás de estos muebles, dos enormes puertas daban paso al recoleto “patio del pozo”. Este pozo, aunque ya estaba seco cuando Ramón compró la casa, siguió utilizándose como nevera, empleando su polea y su cuerda para bajar hasta el fondo un cesto con la fruta y las distintas viandas que se quisiese mantener frescas.
Al lado del pozo, también se conservó la primitiva pila para lavar la ropa, aunque, a partir de entonces, pasó a tener un papel más ornamental que otra cosa, enriquecida con diversas plantas y enredaderas. Su grifo estaba conectado con los depósitos de la casa, que tomaban el agua del río.
Este patio se completaba con una mesa de mármol y sillas con respaldo metálico.
Tras un pequeño murete de separación y pasando a través de una bonita puerta enrejada de dos hojas, se continuaba con un jardín rectangular, delimitado por la derecha con el muro y ventanales del comedor, y por la izquierda, con una pequeña tapia que hacía de línea divisoria entre la casa de Ramón y la de su hijo Bernardo.
Cuando compraron la casa, al no existir aún el comedor, todo este espacio era un inmenso corral.
El jardín estaba rematado por una escalera de piedra que ascendía, flanqueada por una enorme palmera a su izquierda y un tupido jazmín a su derecha, hasta un mirador con pretil de piedra que, dominando el río, admiraba la querida Lloca y el inicio de la Avenida.

El rincón del piano.
El recibidor finalizaba en un espacioso rincón formando ángulo recto con el eje principal. Aquí se instaló originalmente una chimenea que caldeaba todo el hall y era, además, el lugar donde pasaba la noche el encargado de vigilar la casa. Más adelante se cegó la chimenea y su lugar fue ocupado por el piano.

Patricio el vigilante.
El origen del vigilante nocturno estuvo en un hecho luctuoso que conmovió Canals el año 1910.
Había en el pueblo una importante posada regentada por una mujer.
A diario, acudían viajeros de paso obteniendo comida caliente y cama, así como acomodo y protección para sus carruajes y caballerías.
Pues sucedió que, una mañana, extrañados los huéspedes por la ausencia de la posadera, hecho inaudito a aquellas horas, decidieron investigar hallándola muerta, apuñalada y con todos sus enseres robados.
Este caso conmocionó a los canalenses; pero, de un modo especial a Ramón que, debido a su poder económico, notó que el peligro, tanto sobre sus posesiones como sobre sus seres queridos, era bastante superior al del resto de la población.
Ramón elaboró un plan.
Habiendo quedado recientemente viudo y con un hijo pequeño un joven y honrado operario de la fábrica llamado Patricio, vio Ramón en él su solución, ofreciéndole una proposición que no podría rechazar.
El plan consistía en lo siguiente, a cambio de trabajar de guarda nocturno en la casona familiar, se le permitiría, en primer lugar, la residencia permanente de su hijo en la misma, a cargo de las mujeres del servicio.
La labor de Patricio consistiría en acudir todos los días al atardecer, asegurar puertas y ventanas y, a continuación, sentarse en una butaca en el rincón del recibidor, junto a la chimenea, permaneciendo en vela hasta el amanecer. Cuando se levantase el servicio, cargaría las chimeneas de la casa y se iría a dormir a la suya, sin necesidad de preocuparse del chiquillo. Aún hubo un añadido. Una mujer del servicio le asearía diariamente su morada para que estuviera en las mejores condiciones cuando él llegase cada mañana.
Por supuesto, Patricio aceptó y no sólo él sino que su hijo “Patriciet” heredó el cargo años más tarde.

Comedor.
Desde el rincón del piano descrito se accedía al alargado y rectangular comedor, con grandes e historiados aparadores a ambos lados de la entrada, uno de doble cuerpo y el otro sencillo rematado por un historiado reloj de pared. Ocupaba la parte central una inmensa mesa de madera labrada y, al fondo, presidía el salón una preciosa chimenea flanqueada por dos sillones y dos elegantes bodegones al óleo.

Siguiendo un largo pasillo paralelo al comedor se alcanzaban las cocinas y despensa.
A continuación, había un descansillo con dos pequeños aseos. Se supone que esta zona correspondería al primer cuarto de baño que utilizó la familia antes de construir el ala del piso principal. En este baño primitivo se usarían jofainas y bañera portátil con agua procedente del río que discurría a pocos pasos de allí.
Otra gran puerta daba paso al leñero y al postigo por el que se alcanzaba un esbelto lavadero sobre el propio cauce del río de los Santos.

Abastecimiento de agua.
En un espacio elevado, junto al postigo, se había colocado un potente motor que extraía el agua directamente del río y la trasladaba a dos depósitos elevados siendo, posteriormente, distribuida por un sistema de tuberías a todos los rincones de la casa. Aunque este agua no era bebible, el disponer de ella para el resto de tareas domésticas suponía, de todos modos, un inmenso lujo para la época.
Con el fin de que su hijo Bernardo (que vivió a partir de su casamiento en 1918 en la casa colindante) dispusiese también de esta comodidad, se comunicaron los depósitos de Ramón con otro que se colocó en el tejado de aquél.
En el Canals de inicios del siglo XX no había fuente de agua potable alguna dentro del pueblo. El aguador, que por cierto vivía enfrente de Ramón, salía todas las mañanas con sus caballerías repletas de cántaros hasta una fuente situada a las afueras del pueblo. A continuación, la iba vendiendo por el mismo ofreciéndola, sobre todo, a los vecinos más adinerados; ya que, el resto no podía permitirse tal lujo y se proveía de ella directamente.
Por esta razón, el agua que se consumía en la mansión se extraía de los cántaros surtidos por el aguador. Colocados en cantareras de madera, eran estos renovados a diario.

Guerra del agua en Canals (Leyenda canalense).
El privilegiado asentamiento de Canals junto al río Canyoles y su afluente, el río dels Sants de la Pedra, ha enlazado al pueblo con el agua desde su origen. Esta es, además, la razón por la que, en la época de dominación musulmana, fue uno de los núcleos urbanos clave del territorio.
Aún hoy se mantiene representado este factor del agua, que tan decisiva ha sido para su historia, en uno de los cuartos del escudo oficial de la villa.
Según testimonio procedente de la tradición oral del pueblo y narrado a la familia por Albineta (una de sus empleadas más célebre, que trabajó para ésta durante toda su vida), la guerra comenzó muchos años atrás, en un periodo de gran sequía. Por su cuenta y riesgo, la ciudad de Xàtiva, confiando en su poderío, decidió cerrar el paso del agua hacia Canals.
Los canalenses, consternados, se propusieron acudir en procesión utilizando el cauce desecado de su amado río desde el pueblo hasta el lugar donde los setabenses habían cegado su preciado canal. Al alcanzar su destino y dirigidos por su párroco, entonaron una serie de rezos y cánticos a los santos Abdó y Senén para que realizasen un milagro, ya que consideraban que la vía diplomática era harto probable que se perdiera. Finalizada su devota manifestación, volvieron sobre sus pasos, siguiendo el curso seco del río, con la esperanza de que se produjese el prodigio demandado a sus patronos. No habían alcanzado su destino cuando notaron que se les estaban empezando a mojar los pies y muy poco tiempo después, en llegando a Canals, el agua ya les alcanzaba hasta las rodillas.
El júbilo desatado fue extraordinario y consideraron que el hecho milagroso había acaecido gracias a la confabulación de estos dos protectores celestiales. A raíz de aquello, los canalenses decidieron por unanimidad poner el nombre de los Santos a su río.

Aspecto actual del lavadero de la casona de Canals sobre el río de los Santos de la Piedra, al cual se accedía desde el leñero de la vivienda.

Como podemos imaginar, y fuera de hechos milagrosos, la guerra del agua entre Xàtiva, Canals y los demás pueblos de la zona ha existido siempre y seguirá existiendo.
El agua siempre fue el elemento vital para el mantenimiento de Canals y no sólo para el regadío de sus huertas sino para el desarrollo de su industria, que, precisamente, con Ramón Colomer Ferri, su tío Jacinto Ferri Juan y sus contemporáneos emprendedores, comenzó a emerger en la villa a finales del siglo XIX y principios del XX.
Durante más de medio siglo, primero Ramón y sus hijos después, esgrimieron toda su influencia, tanto económica como política, para mantener el flujo de agua hacia su pueblo. Debido a ello, la familia padeció periódicamente pequeños atentados a sus propiedades, provocadas, en su mayor parte, por esbirros de caciques setabenses, aunque ninguno realmente grave.

Primera planta.
Ascendiendo por la escalera del hall se alcanzaba la planta principal.
Un amplio y elegante recibidor hacía de distribuidor de las, inicialmente, tres alcobas de que disponía esta planta.

El segundo piano.
Es, en este recibidor, donde se encontraba el segundo piano de la familia (actual propietario Francisco Coloma Colomer, bisnieto de Ramón).
Como hemos mencionado antes, a pesar de la utilización de la vivienda como casino durante la guerra, la familia tuvo suerte puesto que las autoridades colocaron como encargado y vigilante del mismo, inconscientemente, a un buen amigo de los Colomer. Éste, aprovechando su nuevo cargo que justificaba la necesidad de permanecer día y noche en el lugar de trabajo, fijó su residencia en la planta noble del edificio. De este modo, logró proteger todos los enseres que pudo de la misma, entre ellos este piano. Posteriormente pasaría a su famoso rincón del hall al haberse malogrado el otro y desaparecido la chimenea, que fue cegada durante la misma guerra y ya no se volvió a abrir.

La habitación enfrentada a la puerta del recibidor se acondicionó, desde un principio, para los padres (Ramón Colomer Ferri y Clara Vidal Mompó). Constaba de dos departamentos: el de la izquierda era el propio dormitorio, con cama de matrimonio; mientras que, la antecámara consistía en una amplia estancia con balconada a la calle y amueblada con tresillo, armario de espejo, tocador y mesita.
Al morir Ramón, durante los 8 años que permaneció viuda Clara, se sustituyó la cama de matrimonio por dos camas, ya que cada noche dormía una de las hijas con su madre para hacerle compañía. Tras morir Clara Vidal Mompó, en 1933, pasó a ser la habitación de las dos hijas que quedaron solteras (Clara y Joaquina).
La primera habitación de la derecha, que posteriormente sería la de Ricardo, se utilizó inicialmente como el dormitorio de los chicos. También se trataba ésta de una amplia sala con dos balconadas a la calle.
Hermanos Colomer Vidal en el patio de la casona (1905).
 (de der. a izq.): Cura amigo de la familia, Enrique, Ricardo, Amparo, Joaquina, Clara, Teresita, Milagros(prima), María, Julio, María (prima), Herminia, Teresa (prima) y Carmen (hermanastra del patriarca). Faltan: Ramón y Bernardo.
Esta enorme fotografía presidía el fondo de la habitación de los chicos, posteriormente de Ricardo.

Por último, la habitación de la izquierda se usó como dormitorio de las chicas. El balcón de esta alcoba daba al patio interior. Más tarde, fue ocupada por el primogénito Ramón Colomer Vidal tras quedar viudo y regresar de Almansa en 1926.
Cuando las hijas fueron haciéndose mayores, se construyó un ala nueva sobre el comedor, cocinas y leñero. Comenzaba ésta con una inmensa habitación que se utilizaba para las hermanas mayores, aunque se le denominó, y esporádicamente hacía este papel, “la habitación de invitados”. Seguía lateralmente un largo y estrecho pasillo que, antes de alcanzar el cuarto de baño, daba acceso a dos pequeñas alcobas más.

Busto de Goya.
Como curiosidad, se colocó, justo al inicio de dicho pasillo, un enorme busto de Goya sobre una columna que, entre ambas piezas alcanzaban la altura de un hombre.
Este busto fue periódicamente disfrazado con diversas capas y sombreros por los nietos mayores de Ramón para asustar a cualquiera que pasase el pequeño arco que daba acceso a las nuevas dependencias.

Baño.
El baño era descomunal, con una gran bañera de patas, lavabo y lujosa grifería que desaguaba directamente en el río.
Lo más espectacular, para la época, era la presencia de una gran estufa cilíndrica de color fresa, decorada con dos brillantes cenefas doradas, una superior y la otra a sus pies, de la que salía una chimenea hacia el techo de la habitación.
Se nutría de piñas secas que se almacenaban en un enorme cajón de madera pintado de blanco.
Para llenar la bañera de agua caliente había que armarse de paciencia, se encendía la estufa con las piñas y se dejaba correr el agua lentamente. Al cabo de un cierto tiempo comenzaba ya a salir el fluido en condiciones y, en un plazo aproximado de cuarenta a cuarenta y cinco minutos, se podía uno bañar.
Muy posteriormente se colocó el termo eléctrico.

Segundo piso.
Ascendiendo al segundo piso, nos encontrábamos con otro amplio distribuidor que comunicaba con dos extensas habitaciones para el servicio, una para los hombres y la otra para las mujeres. Al estar conectadas, se requería pasar por una para acceder a la otra.
También daban al distribuidor diversas cámaras que se usaban prácticamente como trasteros; así como, un gran patio porticado que limitaba lateralmente el jardín.
Vista posterior del edificio donde se aprecian los pisos superiores.

Cuarto de las coronas.
Por una puerta, que se abría al final de las habitaciones del servicio, se accedía a una escalera que ascendía a un pequeño desván, abuhardillado a dos aguas.
Un portón comunicaba con el famoso “cuarto de las coronas”, cuyas paredes aparecían cubiertas de toscas estanterías y algún que otro trasto viejo.
Lo auténticamente curioso de aquel cuarto era lo que había depositado sobre dichos anaqueles.
En el Canals de aquel entonces, las coronas mortuorias no se realizaban con elementos perecederos como en la actualidad, sino que se disponían utilizando gran cantidad de pequeñas plumas y motivos florales elaborados, esencialmente, con tela. Dichas coronas, en lugar de permanecer en el cementerio, eran recogidas al acabar el entierro y se llevaban a la casa de los familiares del difunto.
Pues bien, el contenido de los estantes antedichos no era otro que una gran cantidad de cajas de cartón, anudadas con finos cordeles, portando cada una en su interior, uno de estos motivos funerarios.
Hay que recordar que la familia perdió seis hijos pequeños a los que habría que añadir otras muertes que se producirían en aquel periodo de familiares acudidos desde Aielo.
Recuerda Mercedes Colomer Camilleri (nieta de Ramón) que, cuando niña, (nació en 1922) se aventuraba frecuentemente, asociada con su primo José Luis Colomer Maisonnave, a curiosear por los entresijos de este misterioso segundo piso de la mansión. A veces, aumentaban su osadía y ascendían al desván. Allí había una enorme cama desmontada cuyos maderos, extraordinariamente pulidos, estaban apoyados sobre la pared del tenebroso cuarto mencionado. Esto convertía al desvencijado lecho en un magnífico tobogán por donde se deslizaban los dos chiquillos.
La aventura no finalizaba hasta que sorteaban, con un susto de mil demonios, cuál de los dos abría la puerta del cuarto de las coronas.
Cuando ésta se abría, las plumas que, con el tiempo, habían ido desprendiéndose de sus respectivas coronas y emergiendo de las cajas a través de las aberturas producidas por la contracción del cartón, eran levantadas en un auténtico torbellino por el aire penetrado a causa del cambio de presión.
Este era el momento crítico y terrorífico para los niños, ya que el caótico escenario originado simulaba una airada reacción de ultratumba claramente causada por haber importunado a los espíritus familiares, propietarios de cada una de dichas coronas.

CASONA DE BERNARDO COLOMER VIDAL (San Cayetano nº 3).
Adosada a la casona de Ramón Colomer Ferri, por el lado opuesto al convento de las franciscanas, existía inicialmente otra casa de labranza, similar a la suya antes de su metamorfosis. Pertenecía a un sacerdote que, a su vez, la tenía alquilada a un agricultor.
Al morir el titular, la propiedad pasó a sus sobrinos que, como suele suceder con las herencias compartidas, no llegaron a acuerdo alguno, de lo que se aprovechó Ramón, primero para alquilarla y, posteriormente, para comprarla a buen precio.
La intención de Ramón no era otra que la de prestársela a su hijo Bernardo Colomer Vidal, que casó en 1918, para que residiera independiente con su familia pero, al mismo tiempo, próximo a la casa madre. Bernardo era el segundo de sus hijos varones pero, por entonces, el primogénito Ramón residía en Almansa, encargado de la bodega de propiedad familiar.
Estas tácticas de concentración familiar aportaban siempre sensación de poder y seguridad a un clan.
Igual que hizo anteriormente su padre, Bernardo creó de aquella humilde casa un auténtico palacio y, como la anterior, se prolongó también hasta el río.
Allí residió desde 1922 con su esposa Mercedes Camilleri Ramón y sus cuatro hijos (Mercedes, Carmen, Pepe y Teresa) y, de hecho, la heredó al morir su padre (ver biografía de Bernardo Colomer Vidal en blogcoloma).
Esta mansión permanecía todavía, hasta hace muy poco tiempo, en uso ocasional, acudiendo en determinadas fechas del año, las tres inseparables hermanas Colomer Camilleri con los hijos de Carmen y sus nietos. Hoy día está en venta.

LA PARRILLA.
El año 1905 (año en que su hija Clara Colomer Vidal cumplía los 16 años) compró Ramón Colomer Ferri un terreno de secano en la ladera de la Serra Grossa, entre Moixent y La Font de la Figuera.
A toda esta zona se le denomina La Parrilla.
Situada a unos treinta kilómetros de Canals, siguiendo el extenso valle formado por la sierra antedicha y la de Enguera, estaba, a principios del siglo XX, ocupada por escasas masías muy separadas una de la otra, propiedad de clanes pudientes que las destinaban esencialmente a recreo de familiares y amigos.
Nietos de Ramón Colomer Ferri jugando en La Parrilla (1932).

Aunque, por descontado, también proporcionaban al propietario las rentas que se obtenían por explotación de grandes extensiones de cultivos de secano, cuyo transporte se veía beneficiado por la presencia del ferrocarril. Éste discurría por el fondo del valle y disponía, además, de un pequeño apeadero con parada fija (de hecho, la mayor parte de las veces que, periódicamente, acudían los familiares Colomer, lo hacían en este medio de transporte).
Ramón construyó en este lugar una finca de recreo para disfrute estival de toda su familia y se aprovechó su legado, pues fue utilizada hasta el último cuarto del siglo XX por sus descendientes.
Le llamó La Porxá, pero en la familia siempre se refirieron a ella como “La Parrilla”.
Hijos y nietos de Ramón Colomer Ferri de tertulia estival en La Parrilla (1951).
 
La vivienda estaba enclavada en un pinar y el resto del terreno se destinó, esencialmente, al cultivo de la almendra y la uva con la intención básica de que los beneficios de tal cultivo fuesen suficientes para el mantenimiento de la propiedad.
Así mismo, se plantaron diversos árboles frutales para consumo propio, como higueras y melocotoneros, cuyo aroma y sabor nunca han sido olvidados en la familia.
La casa disponía de un aljibe cuya agua, aunque potable, sólo era utilizada para el servicio doméstico. Nuestros familiares no la consumían por el temor ancestral a las enfermedades derivadas de su posible contaminación, a pesar de que los caseros la bebían durante todo el año.
De hecho, diariamente se bajaba a las fuentes del río, situadas en el fondo del valle, con cántaros colocados en alforjas a lomos de un asno y, de este modo, se recogía el agua necesaria para beber durante una jornada todos los miembros de la familia que estuvieran disfrutando de sus vacaciones (ver biografía de Clara Colomer Vidal en blogcoloma).
También hizo Ramón colocar una instalación completa de lámparas de carburo, que iluminaban completamente la casa, tanto las habitaciones como los pasillos y el exterior.
El edificio principal estaba situado sobre una terraza a la que se accedía ascendiendo por una escalinata.
Colindante a éste, se encontraba otra pequeña edificación que se destinaba a morada de los caseros, que eran los encargados de vigilar y mantener la finca durante todo el año.
La vivienda disponía de un piso superior destinado a dormitorios.
En la planta baja, traspasada la puerta principal, había un distribuidor que conectaba lateralmente con tres dormitorios; un hueco a la derecha daba acceso a la escalera, que enlazaba con el piso superior. Al lado de esta escalera estaba la puerta de la cocina y un pequeño pasillo, donde se encontraba colocada la cantarera del agua potable; este corredor finalizaba dando paso al patio.
La cocina era muy amplia y disponía de: una tahona, una inmensa chimenea y un paellero.
Al fondo de la entrada principal estaba el gran comedor, alargado, con grandes armarios empotrados destinados a contener la vajilla y, finalmente, la imprescindible chimenea colocada en el extremo opuesto del mismo.

EL HUERTO DE LOS COLOMER.
En 1918, en pleno poderío económico, Ramón compró una gran extensión de terreno ubicada al lado de su Fábrica de Harinas, con la idea de construir un jardín versallesco.
La pasión de su esposa Clara por las flores era inmensa y el patio de su casona de Canals le resultaba escaso para disfrutar holgadamente de ellas.
Ramón contrató a un tal Bairat, jardinero de los Jardines del Real de Valencia, para que diseñara la zona ornamental y la dotara de tal variedad de flores que no hubiese fase del año alguna que careciese de las mismas.
Nietas de Ramón Colomer Ferri con amigas en la isleta del Huerto.

Los terrenos destinados a este proyecto tenían un inconveniente para Ramón: estaban separados de su fábrica por un camino, propiedad municipal, por el que accedían los vehículos de carga y descarga desde la carretera a la vía férrea. Ante la imposibilidad de eliminar dicho obstáculo, Ramón comenzó uniendo ambas propiedades, por un pasaje subterráneo.
El espacio adquirido para instalar su Huerto resultó tan enorme que reservó para zona ajardinada sólo el área central y el acceso, mientras que el resto fue utilizado como un auténtico huerto de cítricos y frutales de todas las clases y estaciones; así como, de huerta y granja avícola, porcina y hasta lechera, puesto que adquirió dos vacas productoras. Todo ello para consumo casi exclusivo familiar.
Arboleda central del Huerto.
 
Para alimentar tanto a los animales de la granja como a las caballerizas de carga de la fábrica, compró también unos campos frente a ésta (al otro lado de la carretera) para sembrarlos únicamente de alfalfa.
Se accedía al Huerto desde la carretera que unía l’Alcúdia con Canals por una amplia puerta que se abría en el alto muro protector que cernía perimetralmente todo el terreno.
Traspasada dicha puerta, se iniciaba un largo paseo flanqueado por un palmeral y exuberante vegetación que desembocaba en una plaza con lujosos parterres de rosaleda.
El centro de esta plaza se elevaba sobre el resto formando una elegante meseta cubierta de alta arboleda, un vistoso cañaveral y un sinuoso lago. Este lago estaba surcado por peces de colores y atravesado por pequeños puentes de piedra; incluso, disponía de una isleta central destinada a dormitorio de varias especies de ánades.
Paseo de acceso al núcleo del Huerto.

A toda esta elevación se accedía desde diversas escalinatas y estaba circundada por un elegante paseo que separaba la zona ajardinada del gran espacio restante, ocupado por los árboles frutales.
Para el mantenimiento de la zona ajardinada, el patriarca contrató a un jardinero llamado Ramón, mientras que para el resto de actividades, fue encargado un labrador de Canals llamado Francisco. A las órdenes de ambos destinó varios operarios.
Cuentan los familiares que este Francisco tenía tal terror al agua del lago que cuando algún nieto de Ramón caía jugando al mismo, a pesar de su escasa profundidad, se limitaba a vocear denodadamente: “xiquet al aigua”, hasta que el afectado era asistido por los demás o salía por su propio pie.
Desde que se inauguró El Huerto, Clara Vidal Mompó no dejó de acudir diariamente al mismo mientras residió en Canals.
Este huerto se convirtió, durante casi todo el siglo XX, en un lugar de esparcimiento inigualable para cuatro generaciones de la familia Colomer. Su desastrosa venta y posterior destrucción a manos de la especulación inmobiliaria, ha supuesto la pérdida de una oportunidad inigualable, tanto para Canals como para l’Alcúdia, de disponer de una auténtica maravilla para uso público.
Último e inmerecido vestigio del que pudo haberse convertido en el espacio verde público más encantador de l'Alcúdia y Canals.

El único vestigio que queda del mismo son unos cuantos árboles y palmeras originales, repartidos de manera aislada entre las nuevas edificaciones, así como una calle de la nueva urbanización, que las autoridades han tenido a bien denominarla: Carrer Hort de Colomer.

RELACIÓN CON LA IGLESIA CATÓLICA.
Como ya hemos comentado, Ramón fue un ferviente católico y estaba firmemente convencido de la labor desarrollada por la Iglesia y sus instituciones, a las cuales siempre tuvo en su pensamiento a la hora de otorgar sustanciosas ayudas.
Colaboró activamente en infinidad de obras y actos eclesiásticos, especialmente los relacionados con el colegio de las franciscanas y con la iglesia parroquial de Canals. Destaca especialmente, en esta última, la construcción del nuevo púlpito (ver biografía de Bernardo Colomer Vidal en blogcoloma) y parte de la reconstrucción de la capilla de la Comunión (destruida tras derrumbarse el antiguo campanario en 1888 y reconstruida en 1890); así como la participación de su familia en la celebración del Septenario de Nuestra señora de los Dolores (copatrona de Canals, encargándose, uno de los siete días, de toda su infraestructura).
El templo parroquial fue incendiado y arrasado interiormente al igual que el resto de conventos de Canals durante la anarquía que se produjo durante los primeros días que sucedieron al golpe de estado fascista de 1936.
Tras la Guerra Civil, los hijos de Ramón Colomer Ferri (fallecido catorce años antes) colaboraron activamente en su restauración: Bernardo en la capilla de San José, Amparo en la de la Inmaculada y Ramón en la del Cristo y el Vía Crucis.

MUERTE DE RAMÓN COLOMER FERRI.
Ramón, a los 60 años, se había ido convirtiendo en un orondo y jovial personaje.
Su disfrute de la buena comida unido a un relativo sedentarismo, fruto no sólo de la edad, sino del cansancio acumulado tras su frenético ritmo de vida comercial, fueron haciendo mella en su sistema cardio-circulatorio.
Aparecieron la hipertensión arterial y las anginas de pecho.
Luego, “las limitaciones impuestas por los matasanos aguafiestas de siempre”, según expresión original.
Ante las riñas infligidas por Clara, debido a su desobediencia en el cumplimiento de las deprimentes dietas, él siempre decía: “la muerte llegará de todos modos, mejor recibirla gozoso que atormentado”.
Como si de un prodigio se tratase, estando un día de enero de 1925 (con 64 años) conversando jovialmente con su hija pequeña Amparo (de 19 años), sentados ambos junto al patio en las butacas del recibidor de su casona, tras un comentario jocoso de ella, comenzó a reírse desaforadamente, las carcajadas dieron paso al ahogo y éste a la muerte.
Fue enterrado en el panteón que se construyó en su honor sito en el nuevo cementerio de Canals.

Cementerio de Canals.
Este cementerio se comenzó a edificar en los inicios del siglo XX sobre unas tierras que adquirió la testamentería del presbítero don Juan Cerdá y donó al Ayuntamiento.
Situado a unos seiscientos metros del barrio de La Torre, registró su primer enterramiento el año 1907.
Añadimos como curiosidad las palabras quejumbrosas de Sivera en 1906, ante la tardanza en su construcción.
[…]. Al presente van sentados los cimientos, y la higiene y el respeto que se merecen las cenizas de los muertos reclaman de consuno con urgencia el que se termine cuanto antes la valla con que se pueda bendecir y empezar á enterrar en el nuevo cementerio […].

El panteón, que se erigió expresamente para enterrar a Ramón Colomer Ferri, era subterráneo y se accedía descendiendo una escalinata de mármol. La porción visible a ras de suelo estaba compuesta por una gran losa con cruz latina labrada y una peana troncopiramidal con la inscripción: FAMILIA DE D. RAMÓN COLOMER, coronada por una bella escultura de ángel en mármol blanco.

ÚLTIMOS AÑOS DE CLARA VIDAL MOMPÓ.
Las muertes, de su marido en 1925 y de su nuera Fanny Maisonnave un año después (1926) (ver biografía de Ramón Colomer Vidal en blogcoloma), retornaron de Almansa a su hijo primogénito (Ramón Colomer Vidal) acompañado de sus vástagos (Ramón, Andrés, María y José Luis Colomer Maisonnave) de vuelta a la casona familiar de Canals.
Esto reportó, además de savia nueva en momentos tan luctuosos, una inmejorable ayuda en la resolución de los asuntos administrativos del emporio familiar, que de inmediato, asumió el nuevo paterfamilias.
Se refugió Clara, aún más si cabe, en su ferviente catolicismo que, junto a su marido, había inculcado a todos sus hijos.

Monasterio de Santa Clara.
Fue por esta época cuando se construyó el monasterio de Santa Clara, bajo los auspicios de don Raimundo Sarrió, íntimo amigo de la familia.
Incluía un convento de clausura y una capilla neogótica.
Las monjas clarisas que lo ocuparon ya habían llegado a Canals el año 1912, procedentes de la ciudad castellana de Guadalajara.
Tanto Clara como sus hijas se volcaron desde un principio en él, proveyendo a la comunidad de todo lo necesario para su menester.
El apego de Clara a este convento lo transmitió tan intensamente a sus hijos canalenses que tras el incendio y destrucción de sus imágenes, acaecido durante los primeros meses de la Guerra Civil (cuando ya hacía ocho años de la muerte de Clara Vidal Mompó), éstos colaboraron intensamente en su rehabilitación: Clara Colomer Vidal restauró el ábside y la imagen de Santa Clara, Joaquina Colomer Vidal la capilla de San Francisco, Amparo Colomer Vidal la de la Inmaculada y Ramón Colomer Vidal el Vía Crucis).

Clara continuó con su tarea de cuidado y vigilancia de sus hijos menores, aún estudiantes en Valencia, acrecentada desde hacía apenas un lustro con la escolarización de sus dos nietos mayores (Ramón y Andrés Colomer Maisonnave, hijos del viudo Ramón) y, ahora también, con la de su nieta María, hermana de aquéllos.
Para acomodar a sus nietos en la capital, que estaban en régimen de media pensión, alquiló el piso inmediatamente superior al que ya utilizaban de la calle de Martínez Cubells (ver Educación de los Hijos) y contrató a otra sirvienta llamada Ana para que los atendiese, pues en el piso principal seguirían residiendo tanto ella como Rosa (su ama de llaves) y sus hijos Julio y Enrique, que ahora estaban opositando.

El chófer Tristezas.
A principio de los años veinte, Ramón Colomer Ferri compró un gran coche negro con asientos abatibles destinado al uso personal y casi exclusivo de su esposa Clara.
Decidió hacerle este regalo debido a la infinidad de desplazamientos que realizaba entre Canals y Valencia para mantener controlada a su vasta descendencia.
Como sucedía por aquel entonces, el coche incluía siempre un chófer asociado.
En este caso, se trataba de un individuo apocado llamado Pepe. Siempre permanecía serio, no hacía ni participaba en broma alguna.
A pesar de mantener el vehículo impoluto y a punto, arrastraba la mala suerte en su persona; pues, no había un solo viaje en el que no sucediese algún imprevisto. Ante la cólera desatada de Clara permanecía hierático, provocando auténticos ataques reprimidos de risa entre los hijos o nietos que la acompañaban en el viaje en cuestión, liberados posteriormente en las reuniones familiares.
Parece que el mote fue espontáneo y totalmente acertado, la cuestión es que poca gente en la familia supo nunca que el chófer Tristezas se llamaba, en realidad, Pepe.

La Marquesa (obsesión por su nieto).
Como curiosidad, comentaremos los avatares coetáneos de la consuegra más llamativa de Clara Vidal Mompó. Su nombre era Clara de la Cuadra Raoul (1840-1930), hija del marqués de Guadalmina (ver biografía de Ramón Colomer Vidal en blogcoloma). Al perder a la única hija de su segundo matrimonio (Fanny Maisonnave de la Cuadra) en 1926, se volcó sentimentalmente y de manera obsesiva en su nieto Ramón Colomer Maisonnave.
En Canals alquiló casa en la plaza, frente al casino, y en Valencia lo hizo en la finca esquinera entre la calle de San Vicente y la de la Paz.
Contrató como ama de llaves a una señora de Canals llamada Albineta (que con el tiempo se convirtió en una auténtica institución familiar), y como sirvienta a una tal Felicitas.
Con tal infraestructura se dedicó a controlar al nieto.
Le obligaba diariamente a acudir a su casa al salir del colegio, así como a comer con ella todos los domingos. Para justificar la ignorancia hacia su otro nieto (Andrés) aludía a sus abundantes achaques, aunque también en ocasiones se sinceraba mencionando jocosamente un dicho que fue, posteriormente, comentado con hilaridad en la familia durante muchos años: Un niño es un ángel, mientras que dos son demonios y más de dos el infierno.
También de aquella época es la famosa ensaimada adorada de Ramón. La pobre Albineta tenía que comprarla diariamente en una determinada pastelería y, posteriormente, trasladarla al piso donde dormía el chico (Martínez Cubells) para que la consumiese antes de salir hacia el colegio.

Clara Vidal Mompó con sus dos hijos mayores: Ramón y Clara Colomer Vidal.

El piso pequeño de la calle de Martínez Cubells (ver Educación de los Hijos) se dejó definitivamente cuando los hijos menores de Clara Vidal Mompó (Julio y Enrique) terminaron de opositar y, tras morir ésta en 1933, también se desalojó el grande de la planta principal. Para seguir disponiendo de un alojamiento familiar en Valencia, se alquiló entonces otro más pequeño en la actual avenida del Antiguo Reino (en la misma finca donde estuvo ubicado el desaparecido cine Tyris) hasta el comienzo de la Guerra Civil y, posteriormente, el último y definitivo de la calle Martí (ver biografía de Clara Colomer Vidal en blogcoloma).

La Segunda República y la muerte de Clara.
En 1931 llegó la Segunda República y los regidores de Canals pasaron a ser liberales.
Esto supuso una sensación constante de acoso sobre la familia Colomer por parte de las autoridades locales, así como agresiones reales aunque aisladas y anónimas de sujetos, generalmente de otros pueblos, que aprovechaban la noche para lanzar a la vivienda objetos incendiarios desde la otra parte del río.
Tanto era el temor de Clara Vidal Mompó que contrató a cuatro operarios de la fábrica para que vigilasen por las noches, colocando a dos en su casa y a los otros dos en la de su hijo Bernardo.
Así mismo, dispuso de una vía de escape en caso de urgencia encargando fabricar una escalinata de madera y cuerda que, en el caso hipotético de necesitar huir de la casa, se descolgaría desde la habitación de su hijo Ramón hasta el patio de modo que pudiesen escapar durante la noche a través del río. De hecho, esto fue lo que sucedió pocos años después al inicio de la guerra (ver biografía de Clara Colomer Vidal en blogcoloma).
Esta situación acabó con la vida de Clara.
Murió con 68 años (6 días antes de cumplir 69), el día 23 de noviembre de 1933.
La muerte le sobrevino en su domicilio de San Cayetano nº 5 (durante la República calle de Emilio Castelar) a las 15 horas y 45 minutos.
Como causa, el médico diagnosticó “Debilidad Orgánica”.
Clara se llevó a la tumba su última y mayor preocupación, ser enterrada según el rito católico, que había sido abolido por la nueva política consistorial.
Este hecho fue tan trascendental para la familia, que su hijo Julio apeló a un amigo y compañero de carrera, Cano Coloma (militante de Izquierda Republicana y futuro alcalde de Valencia), quien acudió en persona a Canals y, tras entrevistarse con los miembros de la alcaldía, logró que Clara cumpliese su último deseo.
Fue el primer entierro católico que se produjo en el pueblo desde el inicio de la segunda república.



9 comentarios:

JLC dijo...

interesante!!! soy bisnieto de Salvador Ferri Insa, nieto de Salvador Ferri y me ha encantado ver una foto de mis bisabuelos!!!

puedes contactarme en cerveraferri@yahoo.com

JL

JLC dijo...

la niña que hizo el reparto al azar de la sociedad Colomer Ferri era la tía Artemina y era la hermana más pequeña, según mi madre y mi tía :), según la versión de la tía Marina Ferri Vila.
JL Cervera

un paseo por almansa dijo...

RAMON COLOMER FERRI tuvo gran repercusión en Almansa.
Para mas info
http://www.almansacultura.es/images/PDF/Vino/Historia_del_vino_en_Almansa.pdf

Unknown dijo...

Hola. Me gustaría contactar con el propietario de este blog. Es de gran importancia. Por favor, escrínbanme a:

isesma3040@gmail.com
Un cordial saludo

Unknown dijo...

Hola. Me gustaría contactar con el propietario de este blog. Es de gran importancia. Por favor, escrínbanme a:

isesma3040@gmail.com
Un cordial saludo

Andres Bordes dijo...

Me gustó mucho leer sobre los "Colomer", vivo en Argentina y mi nombre es Andrés Bordes Colomer.

xicona1963 dijo...

Hola. Yo quisiera poder hablar con el propietario del blog pero mucho me temo que ya no es visitado. Si alguien conoce a la familia, le agradecería mucho que comunicase mi deseo de contactar con alguien de la família. Gracias. isesma3040@gmail.com

juanpa dijo...

Por temas que no vienen al caso, he volcado el árbol en FamilySearch (Herramienta generalogica gratuita) , siendo la referencia del primer Colomer G4VR-17L

Maribel dijo...

Hola Juanpa